Lista de puntos

Hay 5 puntos en «Cartas I» cuya materia es Opus Dei  → libertad y responsabilidad personal de los miembros.

No quiero con esto afirmar que todos los ciudadanos no cristianos sean indignos o incapaces, ni que todos vosotros hayáis de intervenir día tras día en las lides políticas. Muchos −la mayoría−, bastará que tengan un criterio seguro en todo lo que afecte a la Iglesia; que sepan dar la doctrina sana −que no es política, sino religiosa− a sus amigos y compañeros; y, finalmente, que cumplan con rectitud sus deberes cívicos, cuando el gobierno del país se lo pida.

Otros, en cambio, tendrán inclinación para dedicarse a las cuestiones políticas; no serán politicastros, que viven sólo de expedientes y compromisos con el fin de asegurarse un puesto, del que comen, en la vida pública de su patria, capaces de vender los derechos de primogenitura por un plato de lentejas71*, sino hombres que a su vida profesional unen un afán de servicio −nunca de dominio− a sus conciudadanos, en la vida política o en las organizaciones sindicales.

A todos os digo: los que tengáis vocación política, actuad libremente en ese terreno, sin abdicar de los derechos que como ciudadanos os competen; y buscad vuestra santificación ahí, mientras servís a la Iglesia y a la patria, procurando el bien común para todos en el modo que os parezca más adecuado, porque en lo temporal no hay dogmas.

Los demás, cumplid siempre con fidelidad vuestros deberes, y exigid que se respeten vuestros derechos. Y todos actuad libremente, porque es propio de nuestra peculiar llamada divina santificarnos, trabajando en las tareas ordinarias de los hombres según el dictado de la propia conciencia, sintiéndonos responsables personalmente de nuestras actividades libremente decididas, dentro de la fe y de la moral de Jesucristo.

Libremente: porque el vínculo que nos une es sólo espiritual. Estáis vinculados unos a otros, y cada uno con la Obra entera, sólo en el ámbito de la búsqueda de vuestra propia santificación, y en el campo −también exclusivamente espiritual− de llevar la luz de Cristo a vuestros amigos, a vuestras familias, a los que os rodean.

Sois, por tanto, ciudadanos que cumplen sus deberes y ejercitan sus derechos, y que están asociados en la Obra sólo para ayudarse espiritualmente a buscar la santidad y a ejercer el apostolado, con unos medios ascéticos y unos modos apostólicos peculiares. El fin espiritual de la Obra no distingue entre razas o pueblos −únicamente ve almas−, por lo que se excluye toda idea de partido o de mira política.

Y así, en todo: en lo que no se refiere al espíritu y al apostolado de la Obra, no estáis unidos más que por un empeño de fe, de moral y de doctrina social, que es el espíritu de la Iglesia Católica y, por tanto, el de todos los fieles.

Deberes cívicos

Este empeño de doctrina y de vida que nos da la Iglesia Católica, y que a vosotros, hijos míos, os empuja a servir a Dios mientras servís a vuestra patria, se concreta en unos puntos de verdad firmes, inconmovibles. Son principios indiscutibles que constituyen el denominador común −vinculum fidei− no vuestro, no de mis hijos, sino de todos los católicos, de todos los hijos fieles de la Santa Madre Iglesia.

Os diré, a este propósito, cuál es mi gran deseo: querría que, en el catecismo de la doctrina cristiana para los niños, se enseñara claramente cuáles son estos puntos firmes, en los que no se puede ceder, al actuar de un modo o de otro en la vida pública; y que se afirmara, al mismo tiempo, el deber de actuar, de no abstenerse, de prestar la propia colaboración para servir con lealtad, y con libertad personal, al bien común. Es éste un gran deseo mío, porque veo que así los católicos aprenderían estas verdades desde niños, y sabrían practicarlas luego cuando fueran adultos.

Somos de Dios, en el mundo. Libertad de acción, personalmente responsable

Pero volvamos a la Obra y a vosotros, hijos míos. Ya sabéis que, como a Nuestro Señor, a mí también me gusta emplear parábolas, acudiendo sobre todo a esas imágenes de la pesca −barcas y redes−, que tienen un sabor tan evangélico. Nosotros somos como peces cogidos en una red. Nos ha pescado el Señor con la red de su amor, entre las olas de este mundo nuestro revuelto; pero no para sacarnos del mundo −de nuestro ambiente, de nuestro trabajo ordinario−, sino para que, siendo del mundo, seamos a la vez totalmente suyos. Non rogo ut tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo72; no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal.

Además, esta red, que nos une a Cristo y nos mantiene unidos entre nosotros mismos, es una red amplísima, que nos deja libres, con responsabilidad personal. Porque la red es nuestro común denominador −pequeñísimo− de cristianos que quieren servir a Dios en su Obra; es la formación católica, que nos lleva a acatar con la máxima fidelidad el Magisterio de la Iglesia.

Porque somos libres como peces en el agua, y porque estamos cogidos en la red de Cristo, no confundimos a la Iglesia con los errores personales de ningún hombre, y no toleramos que ninguno confunda nuestros propios errores personales con la Iglesia. No hay derecho a involucrar a la Iglesia con la política, con la actuación política más o menos acertada, y siempre opinable de cada uno: eso es muy cómodo y muy injusto. Tampoco hay derecho a involucrar a la Obra con los errores o aciertos de cada uno de vosotros.

Si hay errores, se deberá en parte a que es casi imposible no cometerlos, tratándose de una tarea tan compleja, en la que nadie puede tener completamente en su mano los innumerables datos que intervienen en cualquier problema serio. Pero, aun cuando se trate de errores que se hubiesen podido evitar −errores debidos a negligencias, a falta de prudencia, etc.−, tampoco entonces la Iglesia o la Obra deberá cargar para nada con esta responsabilidad.

Porque lo cierto es que, si hay equivocaciones de este género, será siempre a pesar de la Iglesia, a pesar de la Obra, que impulsan a todos sus hijos a hacer con la mayor perfección humana posible −porque, sin esa perfección humana, no pueden aspirar a la perfección sobrenatural− todas sus tareas personales.

En resumen: debéis estar activa, libre y responsablemente presentes en la vida pública. Os estoy hablando de la obligación de trabajar en este terreno, del modo que mejor corresponda a la mentalidad de cada uno, a las circunstancias y necesidades del país, etc. Si os hablo de este tema, es porque tengo el deber de daros criterio, y lo hago como sacerdote de Jesucristo y como Padre vuestro, sabiendo que a mí me toca estar por encima de las facciones y de los intereses de grupo.

Nunca os he preguntado, ni os preguntaré jamás −y lo mismo harán, en todo el mundo, los Directores de la Obra−, qué piensa cada uno de vosotros en estas cuestiones, porque defiendo vuestra legítima libertad. Sé −y no tengo nada que decir en contra− que entre vosotros, hijas e hijos míos, hay gran variedad de opiniones. Las respeto todas; respetaré siempre cualquier opción temporal de cada uno de mis hijos, con tal de que esté dentro de la Ley de Cristo.

Notas
71

* Cfr. Gn 25,29-34 (N. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
72

Jn 17,15.

Referencias a la Sagrada Escritura