Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Cartas I» cuya materia es Rectitud de intención → y humildad.

El Señor nos quiere humildes: esa humildad no significa que no lleguéis a donde debéis llegar en el terreno profesional, en el trabajo ordinario, y, desde luego, en la vida espiritual. Es preciso llegar, pero sin buscaros a vosotros mismos, con rectitud de intención. No vivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sino para la honra de Dios, para la gloria de Dios, para el servicio de Dios: sólo esto nos mueve.

Dios se ha querido servir de vosotros, de vuestra lucha por alcanzar la santidad e incluso de vuestros talentos humanos. Recordad siempre el mandato de Cristo: que brille vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos24. Para Él toda la gloria, todo el honor: soli Deo honor et gloria in saecula saeculorum25, sólo a Dios hemos de dar el honor y la gloria, por los siglos sin fin.

No dejéis de meditar las palabras del Apóstol: ahora bien, ¿quién es Apolo?, ¿quién es Pablo? Simples ministros de aquél en quien habéis creído, y cada uno según el don que le concedió el Señor. Yo planté, Apolo regó, pero Dios es quien ha hecho crecer. Y así ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que ha dado el incremento26.

No olvidéis que es señal de predilección divina pasar ocultos. A mí me enamora el texto del Evangelio en que San Juan, al describir un grupo de los discípulos, nos dice: hallábanse juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos27. Tengo una gran simpatía a esos dos, de los que ni siquiera se sabe el nombre, porque pasan inadvertidos. Me da una gran alegría pensar que se puede vivir toda una vida de este modo: ser apóstol, ocultarse y desaparecer. Aunque a veces cueste, es muy hermoso desaparecer: Illum oportet crescere, me autem minui28.

Toda la gloria para Dios. Nuestra ambición es servir

Efectivamente sólo nos une la doctrina de la Iglesia Santa de Dios, la llamada divina y el deseo de servirla como hijos suyos fieles y agradecidos. Esta es nuestra ambición sobrenatural, que es precisamente lo que más se opone a cualquier ambición humana, a cualquier afán de ventaja personal. No trabajamos para encumbrarnos, sino para desaparecer y, con nuestro sacrificio, poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres.

Nuestro lema es el del Bautista: illum oportet crescere, me autem minui105; conviene que Cristo crezca, y que yo me haga pequeño. Por eso, nuestra ambición más grande −la verdadera gloria de la Obra− es vivir sin gloria humana, para que sólo a Dios vaya la gloria, soli Deo honor et gloria 106.

Ya hemos contemplado el ejemplo de Jesucristo. Vamos a verle otra vez, volviendo a un texto maravilloso de San Pablo, que os he citado en otra ocasión: …no debemos dejarnos llevar de humana complacencia de nosotros mismos… Porque Cristo no buscó la propia satisfacción, antes bien, como está escrito, decía a su Padre: los oprobios de los que te ultrajaban vinieron a descargar sobre mí107.

Notas
24

Mt 5,16.

25

1 Tm 1,17.

26

1 Co 3,4-7.

27

Jn 21,2.

28

Jn 3,30.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
105

Jn 3,30.

106

1 Tm 1,17.

107

Rm 15,1.3.

Referencias a la Sagrada Escritura