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Toda la gloria para Dios. Nuestra ambición es servir
Efectivamente sólo nos une la doctrina de la Iglesia Santa de Dios, la llamada divina y el deseo de servirla como hijos suyos fieles y agradecidos. Esta es nuestra ambición sobrenatural, que es precisamente lo que más se opone a cualquier ambición humana, a cualquier afán de ventaja personal. No trabajamos para encumbrarnos, sino para desaparecer y, con nuestro sacrificio, poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades de los hombres.
Nuestro lema es el del Bautista: illum oportet crescere, me autem minui105; conviene que Cristo crezca, y que yo me haga pequeño. Por eso, nuestra ambición más grande −la verdadera gloria de la Obra− es vivir sin gloria humana, para que sólo a Dios vaya la gloria, soli Deo honor et gloria 106.
Ya hemos contemplado el ejemplo de Jesucristo. Vamos a verle otra vez, volviendo a un texto maravilloso de San Pablo, que os he citado en otra ocasión: …no debemos dejarnos llevar de humana complacencia de nosotros mismos… Porque Cristo no buscó la propia satisfacción, antes bien, como está escrito, decía a su Padre: los oprobios de los que te ultrajaban vinieron a descargar sobre mí107.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/167/ (06/05/2024)