Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas I» cuya materia es Caridad → sin discriminaciones, acoger a todos.

Sin acepción de personas. Respetar la libertad de los demás

Os diré con el apóstol Santiago: no intentéis jamás conciliar la fe de Nuestro Señor Jesucristo con la acepción de personas, porque si entrando en vuestra familia un hombre con sortija de oro y ropa preciosa, y entrando al mismo tiempo un pobre con un mal vestido, ponéis los ojos en el que viene con vestido brillante y le decís: siéntate aquí en este buen lugar, diciendo por el contrario al pobre: tú está allí en pie o siéntate aquí a mis pies, ¿no es claro que formáis un tribunal injusto dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de injustas sentencias? ¿No es verdad que Dios eligió a los pobres en este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? Vosotros, al contrario, habríais afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que os tiranizan y no son esos mismos los que os arrastran a los tribunales?64.

No quiere decir esto que no tengamos obligación de atender a los poderosos: hemos de procurar trabajar también con aquellas almas que influyen más en las masas, en el pueblo, vengan esas gentes de arriba o de abajo: no admitimos, tampoco en eso, acepción de personas.

El apostolado del ejemplo respeta la libertad de todos, pero hace que la gloria de Dios se manifieste y transforme a los hombres, porque el Señor es espíritu y donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad. Y así es que todos nosotros contemplando a cara descubierta, como en un espejo, la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de Jesucristo, avanzando de claridad en claridad, como iluminados por el espíritu del Señor65.

Comprensión con todas las almas. No hacer discriminaciones. Salvar a todas las almas

Siempre os digo que hay quienes trabajan como tres, y hacen el ruido de tres mil; nosotros queremos trabajar como tres mil, haciendo el rumor de tres. No estoy diciendo nada peyorativo para nadie; respeto las opiniones contrarias a esa sencillez nuestra, en el modo de hacer el apostolado. Pero estoy convencido de que la unidad espiritual de los cristianos no necesita siempre manifestaciones externas de masas y acciones colectivas ruidosas. La unidad no se logra con congresos y vocerío, sino con la caridad y con la verdad.

Entendéis, por tanto, que la discreta reserva −nunca secreto− que os inculco, no es sino el antídoto contra el faroleo; es la defensa de una humildad que Dios quiere que sea también colectiva −de toda la Obra−, no sólo individual; es también, al mismo tiempo, instrumento de mayor eficacia en el apostolado del buen ejemplo, que cada uno personalmente desarrolla en su propio ambiente familiar, profesional, social.

Porque no podemos olvidar, hijas e hijos de mi alma, que toda nuestra vida −por llamada divina− es apostolado. De ahí nace −lo estáis experimentando vosotros, y lo experimentarán todos los hermanos vuestros que vengan después− el deseo constante de tratar a todos los hombres, de superar en la caridad de Cristo cualquier barrera.

De ahí nace en nosotros la cristiana preocupación por hacer que desaparezca cualquier forma de intolerancia, de coacción y de violencia en el trato de unos hombres con otros. También en la acción apostólica −mejor: principalmente en la acción apostólica−, queremos que no haya ni el menor asomo de coacción. Dios quiere que se le sirva en libertad y, por tanto, no sería recto un apostolado que no respetase la libertad de las conciencias.

Comprensión, pues, aunque a veces haya quienes no quieran comprender: el amor a todas las almas os ha de llevar a querer a todos los hombres, a disculpar, a perdonar. Debe ser un amor que cubra todas las deficiencias de las miserias humanas; debe ser una caridad maravillosa: veritatem facientes in caritate83, siguiendo la verdad del Evangelio con caridad.

Tened en cuenta que la caridad, más que en dar, está en comprender. No os escondo que yo estoy aprendiendo, en mi propia carne, lo que cuesta el que a uno no le comprendan. Me he esforzado siempre en hacerme comprender, pero hay quienes están empeñados en no entenderme. También por esto, quiero comprender a todos; y vosotros siempre debéis esforzaros en comprender a los demás.

Sin embargo, no es un impulso circunstancial el que nos lleva a tener ese corazón amplio, universal, católico. Este modo de comportarse es de la misma esencia de la Obra, porque el Señor nos quiere por todos los caminos de la tierra, echando la semilla de la comprensión, de la disculpa, del perdón, de la caridad, de la paz. No nos sentiremos jamás enemigos de nadie. La Obra nunca podrá hacer discriminaciones, nunca querrá excluir a nadie de su apostolado: si no, haría traición a su propio fin, a la razón por la cual Dios la ha querido en la tierra.

Con todas las almas, en todos los ambientes. Sembrar paz y amor

El Señor ha querido para nosotros ese espíritu, que es el suyo. ¿No veis su continuo afán por estar con la muchedumbre? ¿No os enamora contemplar cómo no rechaza a nadie? Para todos tiene una palabra, para todos abre sus labios dulcísimos; y les enseña, les adoctrina, les lleva nuevas de alegría y de esperanza, con ese hecho maravilloso, único, de un Dios que convive con los hombres.

Unas veces les habla desde la barca, mientras están sentados en la orilla; otras, en el monte, para que toda la muchedumbre oiga bien; otras veces, entre el ruido de un banquete, en la quietud del hogar, caminando entre los sembrados, sentados bajo los olivos. Se dirige a cada uno, según lo que cada uno puede entender: y pone ejemplos de redes y de peces, para la gente marinera; de semillas y de viñas, para los que trabajan la tierra; al ama de casa, le hablará de la dracma perdida; a la samaritana, tomando ocasión del agua que la mujer va a buscar al pozo de Jacob. Jesús acoge a todos, acepta las invitaciones que le hacen y −cuando no le invitan− a veces es Él quien se convida: Zachaee, festinans descende, quia hodie in domo tua oportet me manere4; Zaqueo, baja deprisa, porque conviene que hoy me hospede en tu casa.

Cristo quiere que todos los hombres se salven5, que nadie se pierda; y se apresura a dar su vida por todos, en un derroche de amor, que es holocausto perfecto. Jesús no quiere convencer por la fuerza y, estando junto a los hombres, entre los hombres, les mueve suavemente a seguirle, en busca de la verdadera paz y de la auténtica alegría.

Notas
64

St 2,1-6.

65

2 Co 3,17-18.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
83

Cfr. Ef 4,15.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
4

Lc 19,5.

5

1 Tm 2,4.

Referencias a la Sagrada Escritura