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Sin acepción de personas. Respetar la libertad de los demás

Os diré con el apóstol Santiago: no intentéis jamás conciliar la fe de Nuestro Señor Jesucristo con la acepción de personas, porque si entrando en vuestra familia un hombre con sortija de oro y ropa preciosa, y entrando al mismo tiempo un pobre con un mal vestido, ponéis los ojos en el que viene con vestido brillante y le decís: siéntate aquí en este buen lugar, diciendo por el contrario al pobre: tú está allí en pie o siéntate aquí a mis pies, ¿no es claro que formáis un tribunal injusto dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de injustas sentencias? ¿No es verdad que Dios eligió a los pobres en este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que tiene prometido a los que le aman? Vosotros, al contrario, habríais afrentado al pobre. ¿No son los ricos los que os tiranizan y no son esos mismos los que os arrastran a los tribunales?64.

No quiere decir esto que no tengamos obligación de atender a los poderosos: hemos de procurar trabajar también con aquellas almas que influyen más en las masas, en el pueblo, vengan esas gentes de arriba o de abajo: no admitimos, tampoco en eso, acepción de personas.

El apostolado del ejemplo respeta la libertad de todos, pero hace que la gloria de Dios se manifieste y transforme a los hombres, porque el Señor es espíritu y donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad. Y así es que todos nosotros contemplando a cara descubierta, como en un espejo, la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de Jesucristo, avanzando de claridad en claridad, como iluminados por el espíritu del Señor65.

Notas
64

St 2,1-6.

65

2 Co 3,17-18.

Referencias a la Sagrada Escritura
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