Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Opus Dei  → características específicas de la vocación.

Cualquiera podrá ser de la Obra, si Dios lo llama; su vocación no ha de comportar ningún cambio de estado y, por tanto, ninguna mudanza exterior. Cada uno permanecerá en el lugar que ocupa en el mundo, con su trabajo, con su mentalidad, con sus deberes de estado, con sus compromisos profesionales, con sus obligaciones para la colectividad, y con sus relaciones sociales: porque todas esas relaciones son medios, para su labor apostólica de cristiano.

La Obra de Dios le dará su peculiar espíritu sobrenatural –su ascética específica– y la formación doctrinal adecuada, con el fin de que pueda santificarse y realizar su Opus Dei precisamente en y a través de esas mismas realidades humanas.

Pero, dentro de esa necesaria unidad de espíritu y de formación, cada miembro de la Obra actúa en el mundo –en sus actividades temporales, de carácter profesional, cultural, político, social, etc.– con plena libertad y, por tanto, con responsabilidad personal: una responsabilidad completa y exclusiva, que cada uno asume, como consecuencia lógica de la libertad absoluta de opinión y de acción, dentro de los límites de la fe y de la moral de Jesucristo.

El hecho teológico y apostólico de la Obra es, pues, tan peculiar, y tan diverso del nacimiento de una vocación religiosa y de la condición de vida que esta vocación lleva consigo, que seguramente ninguna persona –que desee ser admitida en el Opus Dei– habría pensado antes entregarse a Dios en el estado religioso, ni marcharse al seminario. Con razón podemos, por eso, afirmar que no apartamos a nadie de ninguno de esos otros caminos.

La Obra no tiene, no debe tener, aunque los amamos para los demás, seminarios menores ni escuelas apostólicas, donde las madres, llenas de buenos deseos –de deseos santos–, llevan a sus hijos desde muy pequeños, para ver si, viviendo en un medio especialmente apto, puede prender en ellos la vocación sacerdotal o la vocación religiosa.

Los que piden la admisión en la Obra –como ya tienen edad más que suficiente–, lo hacen con un conocimiento claro de la entrega personal que supone la llamada al Opus Dei, y de la misión apostólica peculiar que han de realizar.

Solicitan ser admitidos, después de madurar las cosas despacio y libremente; toman la decisión en conciencia, con capacidad responsable y con conocimiento de su libertad para decidirse o no, después de comprender los deberes que adquieren al aceptar la específica llamada de Dios en su Obra.

Libertad, para responder a la llamada divina

Nadie hay más interesado que nosotros mismos, en que vengan al Opus Dei solo quienes tengan verdaderamente esta específica vocación divina, y quieran entregarse y perseverar con plena libertad: porque ésa es la mejor garantía de que, con la ayuda de la gracia de Dios, serán eficaces.

Al mismo tiempo, bien sabéis que es propio de nuestro espíritu ver con alegría que surjan muchas vocaciones para los seminarios y para las familias religiosas. Es más, damos gracias a Dios, porque no pocas de esas vocaciones brotan como fruto de la labor de formación espiritual y doctrinal que llevamos a cabo entre la juventud: al encender cristianamente el ambiente que nos rodea, al hacerlo más sobrenatural y más apostólico, se promueve lógicamente, para todas las instituciones de la Iglesia, un mayor número de almas.