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Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Opus Dei  → llamada.

Es el semillero de vocaciones para la Obra

La obra de San Rafael es el semillero del Opus Dei. Es el medio ordinario, con que cuenta la gracia de Dios –y descuidarlo sería tentar al Señor, obligarle a conceder gracias extraordinarias–, para preparar las futuras vocaciones.

Es lógico que sea así, puesto que la intensa formación espiritual y humana que reciben los chicos, de edad suficiente para ser plenamente conscientes de lo que la vida del cristiano supone –sin salir de su ambiente habitual en medio del mundo–, les coloca en condiciones de recibir la llamada divina a la Obra y de ser, desde el momento en que piden la Admisión, instrumentos eficaces bajo la guía de sus Directores.

Hay indudablemente una unión muy estrecha de los chicos de San Rafael con la Obra. De hecho, forman parte de esta familia sobrenatural, que es el Opus Dei: voluntariamente quieren recibir su calor, adquirir al menos su espíritu básico propio, y colaborar en la tarea espiritual con los socios que integran la Obra.

Haréis, pues, el proselitismo de modo especial con los chicos de San Rafael, que serán el objeto predilecto de vuestros desvelos y de vuestro celo, que pido al Señor que aumente en todos de día en día: porque de este modo, con mirada sobrenatural, vuestro afán apostólico agrandará su extensión sin perder intensidad, sirviéndoos –como instrumento– de esas mismas almas que formáis.

Os recuerdo ahora aquellas palabras de San Agustín: que vuestra fe lo vea todo en relación a Dios; amad a Dios sobre todo, elevaos hacia Dios, y, a cuantos podáis, arrastradlos hacia Dios. Al hijo, a la esposa, al esclavo, arrebatadlos hacia Dios. Si es un forastero, atraedle hacia Dios. Al enemigo empujadle hacia Dios. Arrastradle, arrastradle hacia Dios; que, si hacia Dios lo lleváis, ya no será enemigo vuestro5.

No olvidéis lo que enseña Casiano: tres, dice, son las clases de vocación… Para exponer con especial distinción esas clases de vocación, diremos que la primera viene de Dios, la segunda a través de un hombre, la tercera por necesidad… La segunda clase de vocación, como hemos dicho, se realiza por medio de un hombre: cuando mediante el ejemplo o la exhortación de algunos santos, nos encendemos en el deseo de la salvación6.

El proselitismo es la mejor manifestación de caridad con las almas. Siempre os he dicho que cada uno –después de encomendar las cosas al Señor– debe procurar por lo menos dos vocaciones al año, siguiendo aquel mandato divino: compelle intrare7, que es una invitación, una ayuda a decidirse, nunca –ni de lejos– una coacción.

Porque es característica capital de nuestro espíritu el respeto a la libertad personal de todos, el compelle intrare, que habéis de vivir en el proselitismo, no es como un empujón material, sino la abundancia de luz, de doctrina; el estímulo espiritual de vuestra oración y de vuestro trabajo, que es testimonio auténtico de la doctrina; el cúmulo de sacrificios, que sabéis ofrecer; la sonrisa, que os viene a la boca, porque sois hijos de Dios: filiación, que os llena de una serena felicidad –aunque en vuestra vida, a veces, no falten contradicciones–, que los demás ven y envidian. Añadid, a todo esto, vuestro garbo y vuestra simpatía humana, y tendremos el contenido del compelle intrare.

No os extrañe, aunque en nuestro caso no se trate de ser religiosos ni de vivir en común, que así hable San Agustín: veni ad istam civitatem propter videndum amicum, quem putabam me lucrari posse Deo, ut nobiscum esset in monasterio8; he venido a esta ciudad para ver a un amigo, que pensaba que podía ganármelo para Dios, con el fin de que fuera fraile en nuestro monasterio.

Notas
5

S. Agustín de Hipona, Sermo 90, 10 (OCSA 10, p. 592).

6

Casiano, Collationes, III, 3-4 (CSEL 13, pp. 69-70).

Notas
7

Lc 14,23. «Obliga a entrar» (T. del E.).

8

S. Agustín de Hipona, Sermo 355, 1, 2 (OCSA 26, p. 246).

Referencias a la Sagrada Escritura