Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Apostolado → enseñar la doctrina cristiana.

Nuestra labor es una gran catequesis

Al profundizar en el conocimiento de nuestra vocación, al considerar el valor y las posibilidades de este peculiar modo nuestro de llevar el mensaje evangélico a los hombres, salta a la vista, hijas e hijos míos, que –siendo así y trabajando así– la Obra entera equivale a una gran catequesis, hecha de forma viva, sencilla y directa en las entrañas de la sociedad civil.

Verdaderamente, buena falta está haciendo ese apostolado doctrinal, incluso en grupos sociales y en países de vieja tradición cristiana, donde la ignorancia religiosa crece de día en día. Bien pudiera decirse que el mayor enemigo de Dios –porque se ama a Dios después de conocerlo– es la ignorancia: origen de tantos males y obstáculo grande para la salvación de las almas.

Lo que nos narra la Escritura –ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo83– es retrato vivo aún de la carencia de doctrina clara en la mente de muchos hombres, de muchos cristianos; de personas poco instruidas y de otros que tienen fama de sabios, en las ciencias humanas; de hombres con prestigio, en su profesión, o que desempeñan labores de gobierno.

Y con la ignorancia brota la confusión, fomentada además con todos los medios de difusión oral y escrita –medios rápidos, capilares–, por los enemigos de la Iglesia o por personas imprudentes, a través de iniciativas, expresiones y costumbres, aparentemente inocuas, pero que encierran el error o llevan al error.

Igual que la ayuda a los que están enfermos, a los que son pobres, es una limosna material, la ayuda a los que tienen pobreza de doctrina es también limosna: limosna, caridad espiritual, que hemos de distribuir oportunamente, a manos llenas.

Hay que dar doctrina, para ahogar el mal en abundancia de bien. La verdad no puede ser artículo de lujo84. Hay que sembrar abundantemente entre los fieles la buena doctrina, la doctrina segura –con el convencimiento de que lo propuesto por el Magisterio como verdad de fe permanecerá inconmovible–, dejando y enseñando la libertad sobre lo que es opinable.

Sembrar, hijos míos, con claridad, sin ambigüedades; porque no podemos permitir que impere el escepticismo práctico: la verdad es una. Con don de lenguas –os suelo decir, recordando con gozo la venida del Espíritu85–, que sabe acomodarse siempre a la condición, a la capacidad y a la formación del que escucha, y que es fruto de la oportuna preparación del que habla, y del amor y de la fe con que realice esa tarea apostólica86.

Al deseo que tenéis de mejorar continuamente vuestra formación, a vuestro afán de aprender, la Obra corresponde proporcionándoos, en la medida y en la forma que requieren las circunstancias personales de cada uno, un conocimiento exacto del dogma y de la moral, de la Sagrada Escritura y de la liturgia, de la historia y del derecho de la Iglesia; de manera que más fácilmente podáis elevar al plano sobrenatural los conocimientos humanos, y convertirlos en instrumento de apostolado.

Pero habéis de adquirir también la preparación profesional adecuada –cada uno la que es propia de su ocupación en la sociedad, de su empleo público intelectual o manual–, para poder realizar con eficacia ese apostolado de la doctrina, a través de vuestras personales actividades, de vuestro trabajo ordinario.

Difícilmente podrá ser santificado el trabajo, si no se hace con perfección también humana; y, sin esa perfección humana, difícilmente –por no decir de ningún modo– se podrá alcanzar el prestigio profesional necesario, la cátedra desde la cual se enseñe a los demás a santificar ese trabajo y a acomodar la vida a las exigencias de la fe cristiana.

Notas
83

Hch 19,2.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
84

Cfr. Mt 11,25.

85

Cfr. Hch 2,4-6.

86

Cfr. Jn 7,38.

Referencias a la Sagrada Escritura