Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Instrumentos de Dios.

Te entendí bien, cuando concluías: decididamente casi no llego a borrico…, al borrico que fue el trono de Jesús para entrar en Jerusalén: me quedo formando parte del montoncillo vil de trapos sucios, que desprecia el trapero más pobre.

Pero te comenté: sin embargo, el Señor te ha elegido y quiere que seas instrumento suyo. Por eso, el hecho —real— de verte tan miserable, ha de convertirse en una razón más, para agradecer a Dios su llamada.

Los hombres, cuando quieren realizar algún trabajo, procuran usar los medios apropiados.

Si yo hubiera vivido hace siglos, hubiese empleado una pluma de ave para escribir; ahora utilizo una pluma estilográfica.

Dios, en cambio, cuando desea llevar a cabo alguna obra, elige medios desproporcionados, para que se note —¡cuántas veces me lo habrás oído!— que la obra es suya.

Por eso, tú y yo, que conocemos el peso enorme de nuestras miserias, debemos decirle al Señor: aunque sea miserable, no dejo de comprender que soy instrumento divino en tus manos.

Dios tiene sobre nosotros, hijos suyos, un derecho especial: el derecho a que correspondamos a su amor, a pesar de nuestros errores personales. —Este convencimiento, al mismo tiempo que nos impone una responsabilidad, de la que no podemos escapar, nos da seguridad plena: somos instrumentos en las manos de Dios, con los que El cuenta diariamente y, por eso, diariamente, nos esforzamos en servirle.

El Señor espera que los instrumentos hagan lo posible para estar bien dispuestos: y tú has de procurar que nunca falte esa buena disposición tuya.

¡Poder de hacer milagros!: a cuántas almas muertas, y hasta podridas, resucitarás, si permites a Cristo que actúe en ti.

En aquellos tiempos, narran los Evangelios, pasaba el Señor, y ellos, los enfermos, le llamaban y le buscaban. También ahora pasa Cristo con tu vida cristiana y, si le secundas, cuántos le conocerán, le llamarán, le pedirán ayuda y se les abrirán los ojos a las luces maravillosas de la gracia.

Te empeñas en ir a tu aire, y tu labor resulta estéril.

Obedece, sé dócil: pues lo mismo que es de necesidad poner cada rueda de una máquina en su lugar (de lo contrario, se para, o se deforman las piezas; y, sin duda, no produce o su rendimiento es muy escaso), así también un hombre o una mujer, sacados de su campo de acción, más bien serán un estorbo que un instrumento de apostolado.

El apóstol no tiene otro fin que dejar obrar al Señor, hacerse disponible.

También los primeros Doce eran extranjeros en las tierras que evangelizaban, y tropezaban con gentes que construían el mundo sobre bases diametralmente opuestas a la doctrina de Cristo.

—Mira: por encima de esas circunstancias adversas, se sabían depositarios del mensaje divino de la Redención. Y clama el Apóstol: "¡desventurado de mí si no lo predicare!"

No podemos atribuirnos nunca el poder de Jesús, que pasa entre nosotros. El Señor pasa, y transforma las almas, cuando nos ponemos todos junto a El, con un solo corazón, con un solo sentir, con un solo deseo de ser buenos cristianos; pero es El, no tú, ni yo. ¡Es Cristo que pasa!

—Y además, se queda en nuestros corazones —¡en el tuyo y en el mío!—, y en nuestros sagrarios.

—Es Jesús que pasa, y Jesús que se queda. Permanece en ti, en cada uno de vosotros y en mí.

Me confiaste que, en tu oración, abrías el corazón al Señor con las siguientes palabras: "considero mis miserias, que parecen aumentar, a pesar de tus gracias, sin duda por mi falta de correspondencia. Conozco la ausencia en mí de toda preparación, para la empresa que pides. Y, cuando leo en los periódicos que tantos y tantos hombres de prestigio, de talento y de dinero hablan y escriben y organizan para defender tu reinado…, me miro a mí mismo y me encuentro tan nadie, tan ignorante y tan pobre, en una palabra, tan pequeño…, que me llenaría de confusión y de vergüenza, si no supiera que Tú me quieres así. ¡Oh, Jesús! Por otra parte, sabes bien cómo he puesto, de buenísima gana, a tus pies, mi ambición… Fe y Amor: Amar, Creer, Sufrir. En esto sí que quiero ser rico y sabio, pero no más sabio ni más rico que lo que Tú, en tu Misericordia sin límites, hayas dispuesto: porque todo mi prestigio y honor he de ponerlo en cumplir fielmente tu justísima y amabilísima Voluntad".

—No te quedes sólo en esos buenos deseos, te aconsejé.

Dios necesita mujeres y hombres seguros, firmes, en quienes sea posible apoyarse.

Háblale despacio: buen Jesús, si he de ser apóstol —apóstol de apóstoles— es preciso que me hagas muy humilde.

Que me conozca: que me conozca y que te conozca.

—Así jamás perderé de vista mi nada.