Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Mundo → santificación del mundo.

“¡Es muy difícil!”, exclamas desalentado.

Oye, si luchas, con la gracia de Dios basta: prescindirás de los intereses personales, servirás a los demás por Dios, y ayudarás a la Iglesia en el campo donde se libra hoy la batalla: en la calle, en la fábrica, en el taller, en la universidad, en la oficina, en tu ambiente, en medio de los tuyos.

He leído un proverbio muy popular en algunos países: “el mundo es de Dios, pero Dios lo alquila a los valientes”, y me ha hecho reflexionar.

—¿A qué esperas?

El Señor ha tenido esta finura de Amor con nosotros: permitirnos que le conquistemos la tierra.

El —¡tan humilde siempre!— quiso limitarse a convertirlo en posible… A nosotros nos ha concedido la parte más hacedera y agradable: la de la acción y la del triunfo.

El mundo… —“¡Esto es lo nuestro!”… —Y lo afirmas, después de poner la mirada y la cabeza en el cielo, con la seguridad del labriego que camina soberano por su propia mies: «regnare Christum volumus!» —¡queremos que El reine sobre esta tierra suya!

“Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre —me dices—, es una realidad”.

Entonces…, el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme —amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas…—, todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo.

El mundo está frío, hace efecto de dormido. —Muchas veces, desde tu observatorio, lo contemplas con mirada incendiaria. ¡Que despierte, Señor!

—Encauza tus impaciencias con la seguridad de que, si sabemos quemar bien nuestra vida, prenderemos fuego en todos los rincones…, y cambiará el panorama.

Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social.

Un error fundamental del que debes guardarte: pensar que las costumbres y exigencias —nobles y legítimas—, de tu tiempo o de tu ambiente, no pueden ser ordenadas y ajustadas a la santidad de la doctrina moral de Jesucristo.

Fíjate que he precisado: las nobles y legítimas. Las otras carecen de derecho de ciudadanía.

Ya hace muchos años vi con claridad meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: en la misma entraña de la sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad —«quasi lucernae lucentes in caliginoso loco».

La perenne vitalidad de la Iglesia Católica asegura que la verdad y el espíritu de Cristo no se alejan de las diversas necesidades de los tiempos.

Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad histórica que le rodea… —Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente.

Un saludo vibrante de un hermano te recordó, en aquel ambiente viajero, que los caminos honestos del mundo están abiertos para Cristo: únicamente falta que nos lancemos a recorrerlos, con espíritu de conquista.

Sí, Dios ha creado el mundo para sus hijos, para que lo habiten y lo santifiquen: ¿a qué esperas?

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura