Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Surco» cuya materia es Pecado.

Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror al pecado. ¡Señor —repítelo con corazón contrito—, que no te ofenda más!

Pero no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones: sería tonto e ingenuamente pueril que te enterases ahora de que “eso” existe. Tu miseria no es obstáculo, sino acicate para que te unas más a Dios, para que le busques con constancia, porque El nos purifica.

Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal —piensan y se justifican—, porque en esos tropiezos caemos todos!

Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte, empezó sólo por gritar —¡como los otros!—, por acudir al Huerto de los Olivos —¡con los demás!—,…

Al final, empujados también por lo que hacían “todos”, no supieron o no quisieron echarse atrás…, ¡y crucificaron a Jesús!

—Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.

«Felix culpa!», canta la Iglesia… Bendito error el tuyo —te repito al oído—, si te ha servido para no recaer; y también para mejor comprender y ayudar al prójimo, que no es de más baja calidad que tú.

Ama a tu patria: el patriotismo es una virtud cristiana. Pero si el patriotismo se convierte en un nacionalismo que lleva a mirar con desapego, con desprecio —sin caridad cristiana ni justicia— a otros pueblos, a otras naciones, es un pecado.

“¡Mientras no me hagan pecar!” —Recio comentario de aquella pobre criatura, casi aniquilada, en su vida personal y en sus afanes de hombre y de cristiano, por enemigos poderosos.

—Medita y aprende: ¡mientras no te hagan pecar!

En cuanto se admite voluntariamente ese diálogo, la tentación quita la paz del alma, del mismo modo que la impureza consentida destruye la gracia.

Ha seguido el camino de la impureza, con todo su cuerpo…, y con toda su alma. —Su fe se ha ido desdibujando…, aunque bien le consta que no es problema de fe.

Sí, pide perdón contrito, y haz abundante penitencia por los sucesos impuros de tu vida pasada, pero no quieras recordarlos.

Sólo el infierno es castigo del pecado. La muerte y el juicio no son más que consecuencias, que no temen quienes viven en gracia de Dios.

Ampárate en la Virgen, Madre del Buen Consejo, para que de tu boca no salgan jamás ofensas a Dios.

En la meditación, la Pasión de Cristo sale del marco frío de la historia o de la piadosa consideración, para presentarse delante de los ojos, terrible, agobiadora, cruel, sangrante…, llena de Amor.

—Y se siente que el pecado no se reduce a una pequeña “falta de ortografía”: es crucificar, desgarrar a martillazos las manos y los pies del Hijo de Dios, y hacerle saltar el corazón.