Lista de puntos
En tu alma parece que materialmente oyes: «¡ese prejuicio religioso!»... —Y después la defensa elocuente de todas las miserias de nuestra pobre carne caída: «¡sus derechos!».
Cuando esto te suceda di al enemigo que hay ley natural y ley de Dios, ¡y Dios! —Y también infierno.
Es duro leer, en los Santos Evangelios, la pregunta de Pilato: «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?» —Es más penoso oír la respuesta: «¡A Barrabás!»
Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡muchas veces!, al apartarme del camino, he dicho también «¡a Barrabás!», y he añadido «¿a Cristo?... ‘Crucifige eum!’ —¡Crucifícalo!»
No olvides, hijo, que para ti en la tierra sólo hay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado.
¿No hay alegría? —Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. —Casi siempre acertarás.
El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer —que nada vale—, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad.
Que tus faltas e imperfecciones, y aun tus caídas graves, no te aparten de Dios. —El niño débil, si es discreto, procura estar cerca de su padre.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/camino/271/ (05/05/2024)