Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Contradicciones → actitud ante las contradicciones.

¿No te comprenden?… El era la Verdad y la Luz, pero tampoco los suyos le comprendieron. —Como tantas veces te he hecho considerar, acuérdate de las palabras del Señor: “no es el discípulo más que el Maestro”.

Para un hijo de Dios, las contradicciones y calumnias son, como para un soldado, heridas recibidas en el campo de batalla.

Te traen y te llevan… La fama, ¿qué importa?

En todo caso, no sientas vergüenza ni pena por ti, sino por ellos: por los que te maltratan.

¡Cuánta neurastenia e histeria se quitaría, si —con la doctrina católica— se enseñase de verdad a vivir como cristianos: amando a Dios y sabiendo aceptar las contrariedades como bendición venida de su mano!

El convencimiento de tu “mala pasta” —tu propio conocimiento— te dará la reacción sobrenatural, que hará arraigar más y más en tu alma el gozo y la paz, ante la humillación, el desprecio, la calumnia…

Después del «fiat» —Señor, lo que Tú quieras—, tu raciocinio en esos casos deberá ser: “¿sólo ha dicho eso? Se ve que no me conoce; de otro modo, no se habría quedado tan corto”.

Como estás convencido de que mereces peor trato, sentirás gratitud hacia aquella persona, y te gozarás en lo que a otro le haría sufrir.

“¡Mientras no me hagan pecar!” —Recio comentario de aquella pobre criatura, casi aniquilada, en su vida personal y en sus afanes de hombre y de cristiano, por enemigos poderosos.

—Medita y aprende: ¡mientras no te hagan pecar!

Han desconocido eso que tú llamas tu “derecho”, que te he traducido yo como tu “derecho a la soberbia”… ¡Pobre mamarracho! —Has sentido, porque no te podías defender —era poderoso el atacante—, el dolor de cien bofetones. —Y, a pesar de todo, no aprendes a humillarte.

Ahora es tu conciencia la que te arguye: te llama soberbio… y cobarde. —Da gracias a Dios, porque ya vas entreviendo tu “deber de la humildad”.

Aunque todo se hunda y se acabe, aunque los acontecimientos sucedan al revés de lo previsto, con tremenda adversidad, nada se gana turbándose. Además, recuerda la oración confiada del profeta: “el Señor es nuestro Juez, el Señor es nuestro Legislador, el Señor es nuestro Rey; El es quien nos ha de salvar”.

—Rézala devotamente, a diario, para acomodar tu conducta a los designios de la Providencia, que nos gobierna para nuestro bien.

Para que no me perdieras la paz, en aquellos tiempos de dura e injusta contradicción, te recordé: “si nos abren la cabeza, no le daremos mayor importancia: será que debemos llevarla abierta”.

No te preocupen esas contradicciones, esas habladurías: ciertamente trabajamos en una labor divina, pero somos hombres… Y resulta lógico que, al andar, levantemos el polvo del camino.

Eso que te molesta, que te hiere…, aprovéchalo para tu purificación y, si es preciso, para rectificar.

Murmurar, dicen, es muy humano. —He replicado: nosotros hemos de vivir a lo divino.

La palabra malvada o ligera de un solo hombre puede formar una opinión, y aun poner de moda que se hable mal de alguien… Luego, esa murmuración sube de abajo, llega a la altura, y quizá se condensa en negras nubes.

—Pero, cuando el hostigado es un alma de Dios, las nubes se resuelven en lluvia fecunda, suceda lo que suceda; y el Señor se encarga de ensalzar, en lo que pretendían humillarle o difamarle.

Guárdate de los propagadores de calumnias e insinuaciones, que unos recogen por ligereza y otros por mala fe, destruyendo la serenidad del ambiente y envenenando la opinión pública.

En ocasiones, la verdadera caridad pide que se denuncien esos atropellos y a sus promotores. Si no, con su conciencia desviada o poco formada, ellos y quienes les oyen pueden razonar: callan, luego otorgan.

Referencias a la Sagrada Escritura
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