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Hijos míos, os repito que no estoy hablando de un camino extraordinario. Lo más extraordinario, para nosotros, es la vida ordinaria. Esta es la contemplación, a la que debemos llegar todos los socios del Opus Dei: sin ningún fenómeno místico externo, a no ser que el Señor se empeñe en hacer una excepción.

Por eso no dejamos nuestras devociones habituales, que nos amarran bien a esta barca del Señor en la que estamos metidos, que es el Opus Dei. Y tratamos de no perder nunca la amistad con los Santos Ángeles Custodios: los sacerdotes, también con su Arcángel ministerial. Es muy probable la opinión de que los sacerdotes tienen un ángel especialmente encargado de atenderles. Pero hace muchos, muchísimos años, leí que cada sacerdote tiene un Arcángel ministerial, y me conmoví. Me he hecho una especie de aleluya como jaculatoria, y se la repito al mío, por la mañana y por la noche. A veces he pensado que no puedo tener esta fe porque sí, porque lo haya escrito un Padre de la Iglesia cuyo nombre ni siquiera recuerdo. Entonces considero la bondad de mi Padre Dios y estoy seguro de que, rezando a mi Arcángel ministerial, aunque no lo tuviera, el Señor me lo concederá, para que mi oración y mi devoción tengan fundamento.

Todos necesitamos mucha compañía, hijos: compañía del Cielo y de la tierra. ¡Sed devotos de los Ángeles y de los Arcángeles y de los Santos, de nuestros Santos Patronos e Intercesores! Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que es humana y divina. ¿Os acordáis de lo que dice el Señor?: «Iam non dicam vos servos…, vos autem dixi amicos»18; ya no os llamo siervos, sino amigos. Hay que tener amistad con los amigos de Dios, que moran ya en el Cielo, y con las criaturas que están en la tierra, muchas veces apartadas del Señor.

Notas
18

Jn 15,15.

Referencias a la Sagrada Escritura
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