Conclusión

Amigo mío: te descubrí un punto mi secreto. A ti, con la ayuda de Dios, te toca descubrir el resto. Anímate. Sé fiel.

Hazte pequeño. El Señor se esconde a los soberbios y manifiesta los tesoros de su gracia a los humildes.

No temas si, al discurrir por tu cuenta, se te escapan afectos y palabras audaces y pueriles. Jesús lo quiere. María te anima. Si rezas el Rosario así, aprenderás a hacer oración buena.

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