Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Camino» cuya materia es Lucha ascética  → necesidad y objetivos.

No quieras dialogar con la concupiscencia: despréciala.

Despréndete de las criaturas hasta que quedes desnudo de ellas. Porque —dice el Papa San Gregorio— el demonio nada tiene propio en este mundo, y desnudo acude a la contienda. Si vas vestido a luchar con él, pronto caerás en tierra: porque tendrá de donde cogerte.

¿Cómo va ese corazón? —No te me inquietes: los santos —que eran seres bien conformados y normales, como tú y como yo— sentían también esas «naturales» inclinaciones. Y si no las hubieran sentido, su reacción «sobrenatural» de guardar su corazón —alma y cuerpo— para Dios, en vez de entregarlo a una criatura, poco mérito habría tenido.

Por eso, visto el camino, creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y «bien enamorada».

Emplea esas santas «industrias humanas» que te aconsejé para no perder la presencia de Dios: jaculatorias, actos de Amor y desagravio, comuniones espirituales, «miradas» a la imagen de Nuestra Señora...

Que la vida del hombre sobre la tierra es milicia, lo dijo Job hace muchos siglos.

—Todavía hay comodones que no se han enterado.

Me escribes y copio: «Mi gozo y mi paz. Nunca podré tener verdadera alegría si no tengo paz. ¿Y qué es la paz? La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz es consecuencia de la victoria. La paz exige de mí una continua lucha. Sin lucha no podré tener paz».

¡Has fracasado! —Nosotros no fracasamos nunca. —Pusiste del todo tu confianza en Dios. —No perdonaste, luego, ningún medio humano.

Convéncete de esta verdad: el éxito tuyo —ahora y en esto— era fracasar. —Da gracias al Señor y ¡a comenzar de nuevo!

Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. —Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón. —«Serviam!»

No te turbes si al considerar las maravillas del mundo sobrenatural sientes la otra voz —íntima, insinuante— del hombre viejo.

Es «el cuerpo de muerte», que clama por sus fueros perdidos... Te basta la gracia: sé fiel y vencerás.

¡No sé vencerme!, me escribes con desaliento. —Y te contesto: Pero, ¿acaso has intentado poner los medios?

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura