Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Cartas II» cuya materia es Vocación → alegría y agradecimiento a Dios por haberla recibido.

Tres características más tiene la Obra: con la alegría, el amor al trabajo y el amor a la pobreza. A Dios le daremos lo mejor, al culto divino –que ejercitamos, de ordinario, en pequeños oratorios– consagraremos con esfuerzo una atención, que haga imposible que le dediquemos el sacrificio de Caín: cuando un hombre a la mujer amada le regale, como muestra de afecto, un saco de cemento y tres barras de hierro –os tengo dicho–, haremos nosotros lo mismo con el Señor Nuestro, que está en los cielos y en nuestros Tabernáculos.

Nuestra pobreza, hijos míos, no ha de ser clamorosa pobretería; nuestra pobreza va oculta por una sonrisa, por la limpieza del cuerpo y la limpieza del vestido y, sobre todo, por la limpieza del alma. No esperemos –por tanto– una alabanza en la tierra, pero no olvidemos aquellas palabras de San Mateo: Pater tuus, qui videt in abscondito, reddet tibi67.

Por eso hemos de vivir siempre lo que es natural, en el hombre, con sentido sobrenatural. Por eso podremos hacer divinas las cosas de la tierra. Por eso, para nosotros no es un sacrificio el aceptar nuestra vocación: no es sacrificio, porque sabemos que es una prueba de elección y de amor: redemi te, et vocavi te nomine tuo, meus es tu68.

Así se podrá decir de nosotros lo que el salmista dice del Señor, Redentor nuestro y Modelo nuestro: exsultavit ut gigas ad currendam viam, siendo nosotros tan pequeños, a summo caelo egressio eius et occursus eius usque ad summum eius; me alegraré como gigante que corre por su camino y va de un extremo a otro, que desemboca en el cielo, llegando hasta los más lejanos confines; nec est qui se abscondat a calore eius69, no hay quien pueda esconderse y todos reciben el calor.

Y al ver las maravillas que el Señor está ya comenzando a obrar por nuestras manos, en tantas criaturas que a nosotros se acercan, no tendremos la tentación del orgullo, porque en el fondo del corazón resonará aquel versículo del salmo: Tu es, Deus, qui facis mirabilia: notam fecisti in populis virtutem tuam70; solo tú eres, Señor, el que haces cosas admirables, y así das a conocer a las gentes tu poder.

Por tanto, nolite itaque errare, fratres mei dilectissimi: omne datum optimum, et omne donum perfectum, desursum est, descendens a Patre luminum, apud quem non est transmutatio nec vicissitudinis obumbratio71; toda dádiva buena y todo don perfecto, sabéis bien que viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en quien no cabe mudanza ni sombra de variación.

Amor, fuente de luz

Cuando viváis toda esa doctrina, a veces no os bastará hablar, tendréis necesidad de cantar por amor, como esos jóvenes que van de ronda; pero vosotros haréis coplas de amor humano a lo divino, y os sentiréis como aquellas criaturas de las que habla Ezequiel, para representar a los evangelistas del Señor: ibant et revertebantur in similitudinem fulguris coruscantis72; andaréis por el mundo, dando luz, como hachones encendidos que chispean fuego.

El Espíritu Santo hace que nuestra Madre, la Iglesia de Jesucristo, realidad viva y siempre actual –moderna y antigua–, halle continuamente en la fidelidad al depósito rico y bien guardado que le ha sido confiado, las energías necesarias para renovar su juventud y para encontrar el modo de transmitir, según los tiempos –adaptándose al lenguaje de los hombres, comprendiendo su mentalidad– el mensaje cristiano a todas las almas: nova et vetera, dilecte mi, servavi tibi73; he guardado para ti, queridísimo, lo nuevo y lo añejo, se lee en el Cantar de los Cantares.

Y en el Evangelio, está escrito que omnis scriba doctus in regno caelorum similis est homini patrifamilias, qui profert de thesauro suo nova et vetera74; todo hombre docto en la ciencia de Dios es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas.

Por tanto, hijas e hijos de mi alma, rezad y sed fieles –multum enim valet deprecatio iusti assidua110–, que la oración vale mucho, y ha sido y ha de ser siempre nuestra gran arma. Trabajad y estad alegres, serenos y seguros, en la correspondencia a vuestra vocación, al espíritu sencillo y sincero del Opus Dei: filii lucis estis et filii diei111, todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día, y en medio de la claridad de la calle caminamos al resplandor del sol.

Cuando pienso en vosotros y en vuestros deseos de fidelidad –¡y os tengo continuamente presentes!–, siento la necesidad de repetiros con palabras de la Sagrada Escritura: grande es la confianza que tengo en vosotros, y muchos los motivos de gloriarme en vosotros; estoy inundado de consuelo, reboso de gozo en medio de todos mis trabajos112.

¡Qué bueno es el Señor, que nos ha buscado, que nos ha hecho conocer esta manera santa de ser eficaces, de entregar la vida sencillamente, de amar a las criaturas todas en Dios y de sembrar paz y alegría entre los hombres! Jesús, ¡qué bueno eres, qué bueno!: Iesu, Iesu, esto mihi semper Iesus!

Pido a Dios, hijos míos, que esa alegría y esa paz, en unión con Jesucristo, Señor Nuestro, y con Santa María, Nuestra Madre, os acompañen siempre.

Os bendice en el Señor vuestro Padre.

Madrid, 11 de marzo de 1940

Servir a la Iglesia en cualquier parte

Termino ya, hijas e hijos de mi alma. Con el espíritu que habéis recibido, con alegría grande, disponeos a ir donde os llame el servicio de la Iglesia Santa de Dios. Y, en cualquier lugar, la naturalidad de vuestra vida –hombres y mujeres cristianos– os hará instrumentos eficacísimos para sobrenaturalizar todas las actividades terrenas, también en los lugares donde la Iglesia esté perseguida o donde no se conozca el nombre de Jesús, y –unidos en la labor de todo el Cuerpo Místico– restauraréis todas las cosas en Jesucristo41. No olvidéis que no trabajo esperando paga en este mundo. Pero el Señor es tan bueno, que me la da: ¡vuestra fidelidad!

Maiorem horum non habeo gratiam, quam ut audiam filios meos in veritate ambulare42, en ninguna cosa tengo más gusto, que cuando entiendo que mis hijos van por el camino de la verdad. Por eso, me uno ahora nuevamente a la oración del Señor –sanctifica eos in veritate43, santifícalos en la verdad–, y pido que la sinceridad y la verdad de un servicio abnegado os acompañen siempre, por todos los caminos del mundo.

Tenemos la alegría de saber que Dios nos ha escogido desde la eternidad –redemi te et vocavi te nomine tuo: meus es tu44; yo te he redimido y te he llamado por tu nombre: eres mío–, y nos ha traído a esta gran familia del Opus Dei, que tiene como orgullo servir: servir a todas las almas y, antes que nada, servir a la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana; servir al Sumo Pontífice, con un amor sin condiciones. Fieles a Jesucristo, dóciles al Magisterio de la Iglesia, rezad y trabajad para extender el reino de Dios.

Hijas e hijos queridísimos, daos cuenta de tantas cosas como el Señor, la Iglesia, la humanidad entera esperan del Opus Dei, que es todavía casi como una semilla escondida en el surco; percataos de toda la grandeza de vuestra vocación y amadla cada día más, decididos a ser el instrumento que el Señor necesita, con optimismo, con alegría, con sentido sobrenatural.

Adelante, hijos míos, que Jesús y la Iglesia esperan mucho de vosotros; pero que se os meta bien en la cabeza y en el corazón que no haremos nada, si no somos santos.

En ese servicio que es vuestra vida, no os faltará la gracia del Señor –es Él quien os ha llamado– y contaréis con la intercesión de los Santos Arcángeles y de los Santos Apóstoles, a los que invocamos como Patronos, y con la ayuda constante de los Ángeles Custodios.

Será el vuestro un servicio abnegado y sumiso, con obras: un fiat generoso y siempre actual, en unión de la Santísima Virgen, Madre de Jesucristo y Madre nuestra, que desde la Anunciación hasta el Calvario nos acompaña con su ejemplo.

Si en esta batalla de Dios os encontráis débiles, infirmus dicat: quia fortis ego sum45, decid en medio de vuestra flaqueza: con la gracia de mi Señor, soy fuerte. Y yo, con San Pablo, añado: gratia vobis et pax!46, ¡la gracia y la paz sean con vosotros!

Y también: damos gracias a Dios sin cesar por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos delante del Dios y Padre nuestro de las obras de vuestra fe, de los trabajos, de vuestra caridad, y de la firmeza de vuestra esperanza en Nuestro Señor Jesucristo47.

Que Él os guarde. Os bendice vuestro Padre.

Madrid, 31 de mayo de 1943

Notas
67

Mt 6,18. «Tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará» (T. del E.).

68

Is 43,1. «Te he redimido y te he llamado por tu nombre: tú eres mío» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
69

Sal 19[18],6-7.

70

Sal 77[76],15.

71

St 1,16-17.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
72

Ez 1,14.

73

Ct 7,13.

74

Mt 13,52.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
110

St 5,16.

111

1 Ts 5,5.

112

2 Co 7,4.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
41

Cfr. 1 Co 15,27-28; Ef 1,10.

42

Cfr. 3 Jn 4.

43

Jn 17,17.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
44

Is 43,1.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
45

Jl 3,10.

46

1 Ts 1,2.

47

1 Ts 1,2-3.

48

Carta 27, § 56.

49

Apuntes íntimos, n.º 1723.

50

Cfr. José Luis Illanes, “Obra escrita y predicación de san Josemaría Escrivá de Balaguer”, SetD 3 (2009), p. 218; Id., “Cartas (obra inédita)”, en Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2013, pp. 204-211; Luis Cano, “Instrucciones (obra inédita)”, en ibíd, pp. 650-655.

Referencias a la Sagrada Escritura