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Por tanto, hijas e hijos de mi alma, rezad y sed fieles –multum enim valet deprecatio iusti assidua110–, que la oración vale mucho, y ha sido y ha de ser siempre nuestra gran arma. Trabajad y estad alegres, serenos y seguros, en la correspondencia a vuestra vocación, al espíritu sencillo y sincero del Opus Dei: filii lucis estis et filii diei111, todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día, y en medio de la claridad de la calle caminamos al resplandor del sol.

Cuando pienso en vosotros y en vuestros deseos de fidelidad –¡y os tengo continuamente presentes!–, siento la necesidad de repetiros con palabras de la Sagrada Escritura: grande es la confianza que tengo en vosotros, y muchos los motivos de gloriarme en vosotros; estoy inundado de consuelo, reboso de gozo en medio de todos mis trabajos112.

¡Qué bueno es el Señor, que nos ha buscado, que nos ha hecho conocer esta manera santa de ser eficaces, de entregar la vida sencillamente, de amar a las criaturas todas en Dios y de sembrar paz y alegría entre los hombres! Jesús, ¡qué bueno eres, qué bueno!: Iesu, Iesu, esto mihi semper Iesus!

Pido a Dios, hijos míos, que esa alegría y esa paz, en unión con Jesucristo, Señor Nuestro, y con Santa María, Nuestra Madre, os acompañen siempre.

Os bendice en el Señor vuestro Padre.

Madrid, 11 de marzo de 1940

Notas
110

St 5,16.

111

1 Ts 5,5.

112

2 Co 7,4.

Referencias a la Sagrada Escritura
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