Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Surco» cuya materia es Humildad → naturaleza y necesidad.

¡Qué claramente veo ahora que la “santa desvergüenza” tiene su raíz, muy honda, en el Evangelio! Cumple la Voluntad de Dios…, acordándote de Jesús difamado, de Jesús escupido y abofeteado, de Jesús llevado ante los tribunales de hombrecillos…, ¡¡y de Jesús callado!! —Propósito: abajar la frente a los ultrajes y —contando también con las humillaciones que, sin duda, vendrán— proseguir la tarea divina, que el Amor Misericordioso de Nuestro Señor ha querido encomendarnos.

Comprendes la labor que se hace…, te parece bien (!). Pero pones mucho cuidado en no colaborar, y más aun en conseguir que los demás no vean o no piensen que colaboras.

—¡Tienes miedo de que te crean mejor de lo que eres!, me has dicho. —¿No será que tienes miedo de que Dios y los hombres te exijan más coherencia?

Me escribes que te has llegado, por fin, al confesonario, y que has probado la humillación de tener que abrir la cloaca —así dices— de tu vida ante “un hombre”.

—¿Cuándo arrancarás esa vana estimación que sientes de ti mismo? Entonces, irás a la confesión gozoso de mostrarte como eres, ante “ese hombre” ungido —otro Cristo, ¡el mismo Cristo!—, que te da la absolución, el perdón de Dios.

“La oración” es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

“La fe” es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.

“La obediencia” es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

“La castidad” es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

“La mortificación” exterior es la humildad de los sentidos.

“La penitencia” es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

—La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.

Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:

—pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás;

—querer salirte siempre con la tuya;

—disputar sin razón o —cuando la tienes— insistir con tozudez y de mala manera;

—dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad;

—despreciar el punto de vista de los demás;

—no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;

—no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;

—citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;

—hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan;

—excusarte cuando se te reprende;

—encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene;

—oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;

—dolerte de que otros sean más estimados que tú;

—negarte a desempeñar oficios inferiores;

—buscar o desear singularizarte;

—insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…;

—avergonzarte porque careces de ciertos bienes…

El convencimiento de tu “mala pasta” —tu propio conocimiento— te dará la reacción sobrenatural, que hará arraigar más y más en tu alma el gozo y la paz, ante la humillación, el desprecio, la calumnia…

Después del «fiat» —Señor, lo que Tú quieras—, tu raciocinio en esos casos deberá ser: “¿sólo ha dicho eso? Se ve que no me conoce; de otro modo, no se habría quedado tan corto”.

Como estás convencido de que mereces peor trato, sentirás gratitud hacia aquella persona, y te gozarás en lo que a otro le haría sufrir.

«Memento, homo, quia pulvis es…» —recuerda, hombre, que eres polvo… —Si eres polvo, ¿por qué te ha de molestar que te pisen?

Por la senda de la humildad se va a todas partes…, fundamentalmente al Cielo.

«Quia respexit humilitatem ancillae suae» —porque vio la bajeza de su esclava…

—¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes!

Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda.

Tú, que estás constituido en muy alta autoridad, serías imprudente si interpretases el silencio de los que escuchan como signo de aquiescencia: piensa que no les dejas que te expongan sus sugerencias, y que te sientes ofendido si llegan a comunicártelas. —Has de corregirte.

El cristiano triunfa siempre desde la Cruz, desde su propia renuncia, porque deja que actúe la Omnipotencia divina.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura