Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas II» cuya materia es Opus Dei  → su camino jurídico.

Todo eso, hijas e hijos míos, nada importa. Si he querido hacer un inciso para aludir a estas dificultades, es solo porque el considerarlas nos ayuda –por contraste– a perfilar mejor los rasgos característicos de nuestro espíritu. Por lo demás, rezad con confianza filial en nuestro Padre Dios, disculpad a todos, y esperad.

Cuando el Cielo juzgue llegada la hora, hará que abramos –en la organización del apostolado en la Iglesia– el cauce por el que tiene que discurrir ese río caudaloso que es la Obra, y que en las circunstancias actuales no tiene todavía un sitio adecuado en el que asentarse: será tarea ardua, penosa y dura. Habrá que superar muchos obstáculos, pero el Señor nos ayudará, porque todo en su Obra es Voluntad suya.

Rezad. Vivid unidos a mi oración continua: Domine, Deus salutis meae: inclina aurem tuam ad precem meam81. Decid conmigo: Señor, Dios Salvador nuestro, escucha nuestra oración. Sin que os falte nunca la convicción profunda de que las aguas pasarán a través de los montes: inter medium montium pertransibunt aquae82. Son palabras divinas: las aguas pasarán.

Mientras tanto, sacad el propósito de poner en práctica, como hice yo, la invitación que recogí hace poco en Burjasot, durante unos días de predicación a un grupo de universitarios –algunos sois ya hijos míos– que se preparaban a mejorar su vida cristiana. Sobre una puerta, releí con gusto una inscripción que decía: cada caminante siga su camino. Esto es lo que hemos de hacer nosotros, esforzarnos cada vez con mayor empeño en conocer bien el camino específico, al que Dios Nuestro Señor nos ha traído, y en seguirlo fielmente.

De la vida de la Obra nacerá el cauce jurídico

Estoy terminando, hijos míos. Ya os decía al comienzo de esta carta, que mi intención era solo recordaros algunos puntos del espíritu sincero y sencillo que el Señor, Bondad infinita –que remedia la pequeñez de los instrumentos que usa–, me ha dado para vosotros. Quiere Dios, nuestro Padre, que aprendáis bien este espíritu, que lo hagamos profundamente nuestro, que lo vivamos.

Es esta vida –la vida de la Obra–, la que abrirá a su tiempo el necesario cauce jurídico, la norma de derecho, que esperamos con confianza. Las plantas, que nacen desde abajo, como el Opus Dei, han de abrirse paso por sí mismas, con la suave violencia de la vida, protegidas por el cuidado y la solicitud del jardinero –Jardinero divino es el nuestro–, que pone alimento a las raíces y asegura el desarrollo necesario, cara al aire libre y a la luz del sol.

Las características tan peculiares de esta vocación nuestra llevan consigo el planteamiento y la solución –con fórmulas adecuadas– de muchos problemas de carácter teológico, ascético, jurídico, que necesariamente han de costar tiempo y dar quehacer; también porque muchas personas, incluso con buena voluntad y con determinada competencia en las diversas manifestaciones del apostolado y de la vida de la Iglesia, tardarán en comprendernos: ya os lo he dicho.

Pero, sobre todo, porque esta realidad social y apostólica que Dios ha promovido en el seno de la Iglesia, propone problemas que son muy distintos –también en el modo de plantearlos– de los problemas propios del estado religioso; y aun cuando a veces parezca, a quienes no comprendan nuestro camino, que algunas cuestiones son comunes, las soluciones inevitablemente han de ser diferentes.

Convencidos como estamos de la naturaleza sobrenatural de la Obra de Dios, hemos de lograr que la forma jurídica responda plenamente al espíritu que estamos viviendo. No podemos vestir un traje ajeno, hemos de vestir un traje hecho a la medida, sin que esta necesidad suponga, de ningún modo, deseo de singularizarse: es esto condición indispensable, para asegurar nuestra vida interior, y para nuestra misma perseverancia, y para la auténtica eficacia espiritual de la Obra en el servicio de la Iglesia.

Solo así podremos corresponder generosamente y fielmente a la vocación específica que hemos recibido; solo de este modo nos será hacedero cumplir la tarea que nos ha sido encomendada, con medios ascéticos y a través de formas apostólicas que responden plenamente a los fines propios de nuestra vocación. Digo, por tanto, a cada uno de vosotros: caminante, no hay camino; se hace camino al andar108.

De esta manera se evitará también que, por temor, por pensar que venimos a competir con otras instituciones apostólicas que trabajan en la Iglesia, temor del todo infundado, haya –lo estamos padeciendo– quienes se sientan movidos a poner obstáculos a nuestra labor, oponiéndose a nuestra libertad de hijos de Dios y comprometiendo la admirable unidad y variedad del apostolado de la Iglesia, riqueza multiforme del Espíritu del Señor.

Notas

Sobre la anécdota sucedida en Burjasot, ver glosario (N. del E.).

81

Sal 88[87],2-3.

82

Sal 104[103],10.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
108

Antonio Machado, Campos de Castilla, “Proverbios y cantares” XXIX.