Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Apostolado → modo de hacerlo.

Le ha llegado el momento de la dura prueba, y ha venido a buscarte desconsolado.

—¿Te acuerdas? Para él —el amigo que te daba consejos “prudentes”—, tu modo de proceder no era más que utopía, fruto de una deformación de ideas, captación de voluntades, y… “agudezas” por el estilo.

—“Este entregarse al Señor —sentenciaba— es una exacerbación anormal del sentimiento religioso”. Y, con su pobre lógica, pensaba que entre tu familia y tú se había interpuesto un extraño: Cristo.

Ahora ha entendido lo que tantas veces le repetías: Cristo no separa jamás a las almas.

¡Qué compasión te inspiran!… Querrías gritarles que están perdiendo el tiempo… ¿Por qué son tan ciegos, y no perciben lo que tú —miserable— has visto? ¿Por qué no han de preferir lo mejor?

—Reza, mortifícate, y luego —¡tienes obligación!— despiértales uno a uno, explicándoles —también uno a uno— que, lo mismo que tú, pueden encontrar un camino divino, sin abandonar el lugar que ocupan en la sociedad.

Cuando te lances al apostolado, convéncete de que se trata siempre de hacer feliz, muy feliz, a la gente: la Verdad es inseparable de la auténtica alegría.

Una receta eficaz para tu espíritu apostólico: planes concretos, no de sábado a sábado, sino de hoy a mañana, y de ahora a luego.

A veces no quieren entender: están como cegados… Pero, otras, eres tú el que no ha logrado hacerse comprender: ¡corrígete!

Con gracia de Dios y buena formación, puedes hacerte entender en el ambiente de los rudos… —Ellos difícilmente te seguirán, si te falta “don de lenguas”: capacidad y esfuerzo para llegar a sus inteligencias.

Cada día te vas “chiflando” más… —Se nota en esa seguridad y en ese aplomo formidable, que te da el saberte trabajando por Cristo.

—Ya lo ha proclamado la Escritura Santa: «vir fidelis, multum laudabitur» —el varón fiel, de todos merece alabanzas.

La violencia no es buen sistema para convencer…, y mucho menos en el apostolado.

Para ti, todavía joven y que acabas de emprender el camino, este consejo: como Dios se lo merece todo, procura destacar profesionalmente, para que puedas después propagar tus ideas con mayor eficacia.

Donde no te llegue la inteligencia, pide que te alcance la santa pillería, para servir más y mejor a todos.

Créeme, el apostolado, la catequesis, de ordinario, ha de ser capilar: uno a uno. Cada creyente con su compañero inmediato.

A los hijos de Dios nos importan todas las almas, porque nos importa cada alma.

Compórtate como si de ti, exclusivamente de ti, dependiera el ambiente del lugar donde trabajas: ambiente de laboriosidad, de alegría, de presencia de Dios y de visión sobrenatural.

—No entiendo tu abulia. Si tropiezas con un grupo de compañeros un poco difícil —que quizá ha llegado a ser difícil por tu abandono—, te desentiendes de ellos, escurres el bulto, y piensas que son un peso muerto, un lastre que se opone a tus ilusiones apostólicas, que no te entenderán…

—¿Cómo quieres que te oigan si, aparte de quererles y servirles con tu oración y mortificación, no les hablas?…

—¡Cuántas sorpresas te llevarás el día en que te decidas a tratar a uno, a otro, y a otro! Además, si no cambias, con razón podrán exclamar, señalándote con el dedo: «hominem non habeo!» —¡no tengo quien me ayude!

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura