Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Forja» cuya materia es Apostolado → modo de hacerlo.

Te hará pensar también a ti este comentario, que me dolió mucho: "veo con claridad la falta de resistencia, o la ineficacia de esa resistencia a las leyes infames, porque hay arriba, abajo, y en medio, muchos, ¡pero muchos!, adocenados".

Pensar en la Muerte de Cristo se traduce en una invitación a situarnos ante nuestro quehacer cotidiano, con absoluta sinceridad, y a tomarnos en serio la fe que profesamos.

Ha de ser una ocasión de ahondar en la hondura del Amor de Dios, para poder así —con la palabra y con las obras— mostrarlo a los hombres.

Procura que en tu boca de cristiano —que eso eres y has de ser a toda hora— esté la "imperiosa" palabra sobrenatural que mueva, que incite, que sea la expresión de tu disposición vital comprometida.

Hemos de procurar que, en todas las actividades intelectuales, haya personas rectas, de auténtica conciencia cristiana, de vida coherente, que empleen las armas de la ciencia en servicio de la humanidad y de la Iglesia.

Porque nunca faltarán en el mundo, como ocurrió cuando Jesús vino a la tierra, nuevos Herodes que intenten aprovechar los conocimientos científicos, incluso falseándolos, para perseguir a Cristo y a los que son de Cristo.

¡Qué gran labor tenemos por delante!

Ya lo dijo el Maestro: ¡ojalá los hijos de la luz pongamos, en hacer el bien, por lo menos el mismo empeño y la obstinación con que se dedican, a sus acciones, los hijos de las tinieblas!

—No te quejes: ¡trabaja, en cambio, para ahogar el mal en abundancia de bien!

Insisto: ruega al Señor que nos conceda a sus hijos el "don de lenguas", el de hacernos entender por todos.

La razón por la que deseo este "don de lenguas" la puedes deducir de las páginas del Evangelio, abundantes en parábolas, en ejemplos que materializan la doctrina e ilustran lo espiritual, sin envilecer ni degradar la palabra de Dios.

Para todos —doctos y menos doctos—, es más fácil considerar y entender el mensaje divino a través de esas imágenes humanas.

«In modico fidelis!» —fiel en lo poco… —Tu labor, hijo mío, no es sólo salvar almas, sino santificarlas, día a día, dando a cada instante —aun a los aparentemente vulgares— vibración de eternidad.

Me preguntas qué podrías hacer por ese amigo tuyo, para que no se encuentre solo.

—Te diré lo de siempre, porque tenemos a nuestra disposición un arma maravillosa, que lo resuelve todo: rezar. Primero, rezar. Y, luego, hacer por él lo que querrías que hicieran por ti, en circunstancias semejantes.

Sin humillarle, hay que ayudarle de tal manera que le sea fácil lo que le resulta dificultoso.

Además de su gracia cuantiosa y eficaz, el Señor te ha dado la cabeza, las manos, las facultades intelectuales, para que hagas fructificar tus talentos.

Dios quiere operar milagros constantes —resucitar muertos, dar oído a los sordos, vista a los ciegos, posibilidades de andar a los cojos…—, a través de tu actuación profesional santificada, convertida en holocausto grato a Dios y útil a las almas.

Referencias a la Sagrada Escritura
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