Lista de puntos

Hay 18 puntos en «Camino» cuya materia es Apostolado → modo de hacerlo.

No olvides que antes de enseñar hay que hacer. —«Coepit facere et docere», dice de Jesucristo la Escritura Santa: comenzó a hacer y a enseñar.

—Primero, hacer. Para que tú y yo aprendamos.

Estudiante: fórmate en una piedad sólida y activa, destaca en el estudio, siente anhelos firmes de apostolado profesional. —Y yo te prometo, con ese vigor de tu formación religiosa y científica, prontas y dilatadas expansiones.

Sólo te preocupas de edificar tu cultura. —Y es preciso edificar tu alma. —Así trabajarás como debes, por Cristo: para que Él reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas, y, desde ellas, ejerciten calladamente —y eficazmente— un apostolado de carácter profesional.

Con ese aire de suficiencia resultas un tipo molesto y antipático, te pones en ridículo, y, lo que es peor, quitas eficacia a tu trabajo de apóstol.

No olvides que hasta las «medianías» pueden pecar por demasiado sabias.

Si tienes un puesto oficial, tienes también unos derechos, que nacen del ejercicio de ese cargo, y unos deberes.

—Te apartas de tu camino de apóstol, si, con ocasión —o con excusa— de una obra de celo, dejas incumplidos los deberes del cargo. Porque me perderás el prestigio profesional, que es precisamente tu «anzuelo de pescador de hombres».

Me gusta tu lema de apóstol: «Trabajar sin descanso».

«Y ¿en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, no parecerá postiza mi naturalidad?», me preguntas.

—Y te contesto: Chocará, sin duda, la vida tuya con la de ellos, y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido.

Con el buen ejemplo se siembra buena semilla; y la caridad obliga a sembrar a todos.

Querrías atraer a tu apostolado a aquel hombre sabio, a aquel otro poderoso, a aquel lleno de prudencia y virtudes.

Ora, ofrece sacrificios y trabájalos con tu ejemplo y con tu palabra. —¡No vienen! —No pierdas la paz: es que no hacen falta.

¿Crees que no había contemporáneos de Pedro, sabios, y poderosos, y prudentes, y virtuosos, fuera del apostolado de los primeros doce?

No tengas enemigos. —Ten solamente amigos: amigos... de la derecha —si te hicieron o quisieron hacerte bien— y... de la izquierda —si te han perjudicado o intentaron perjudicarte.

Urge recristianizar las fiestas y costumbres populares. —Urge evitar que los espectáculos públicos se vean en esta disyuntiva: o ñoños o paganos.

Pide al Señor que haya quien trabaje en esa labor de urgencia, que podemos llamar «apostolado de la diversión».

Del «apostolado epistolar» me haces un buen panegírico. —Escribes: «No sé cómo emborronar papel hablando de cosas que puedan ser útiles al que recibe la carta. Cuando empiezo, le digo a mi Custodio que si escribo es con el fin de que sirva para algo. Y, aunque no diga más que bobadas, nadie puede quitarme —ni quitarle— el rato que he pasado pidiendo lo que sé que más necesita el alma a quien va dirigida mi carta».

«La carta me cogió en unos días tristes, sin motivo alguno, y me animó extraordinariamente su lectura, sintiendo cómo trabajan los demás». —Y otro: «Me ayudan sus cartas y las noticias de mis hermanos, como un sueño feliz ante la realidad de todo lo que palpamos...» —Y otro: «¡Qué alegría recibir esas cartas y saberme amigo de esos amigos!» —Y otro y mil: «Recibí carta de X. y me avergüenza pensar en mi falta de espíritu comparado con ellos».

¿Verdad que es eficaz el «apostolado epistolar»?

«Venite post me, et faciam vos fieri piscatores hominum» —venid detrás de mí, y os haré pescadores de hombres. —No sin misterio emplea el Señor estas palabras: a los hombres —como a los peces— hay que cogerlos por la cabeza.

¡Qué hondura evangélica tiene el «apostolado de la inteligencia»!

Es condición humana tener en poco lo que poco cuesta. —Esa es la razón de que te aconseje el «apostolado de no dar».

Nunca dejes de cobrar lo que sea equitativo y razonable por el ejercicio de tu profesión, si tu profesión es el instrumento de tu apostolado.

«¿Acaso no tenemos facultad de llevar en los viajes alguna mujer hermana en Jesucristo, para que nos asista, como hacen los demás apóstoles y los parientes del Señor y el mismo Pedro?»

Esto dice San Pablo en su primera epístola a los Corintios. —No es posible desdeñar la colaboración de «la mujer en el apostolado».

«Algún tiempo después —se lee en el cap. VIII de San Lucas— andaba Jesús por las ciudades y aldeas predicando, y anunciando el reino de Dios, acompañado de los doce y de algunas mujeres, que habían sido libradas de los espíritus malignos y curadas de varias enfermedades, de María, por sobrenombre Magdalena, de la cual había echado siete demonios, y de Juana, mujer de Cusa, mayordomo del rey Herodes, y de Susana y de otras que le asistían con sus bienes».

Copio. Y pido a Dios que, si alguna mujer me lee, se llene de una santa envidia, llena de eficacia.

Más recia la mujer que el hombre, y más fiel, a la hora del dolor. —¡María de Magdala y María Cleofás y Salomé!

Con un grupo de mujeres valientes, como esas, bien unidas a la Virgen Dolorosa, ¡qué labor de almas se haría en el mundo!

Referencias a la Sagrada Escritura
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