Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Paz → siembra de paz.

Que nadie lea tristeza ni dolor en tu cara, cuando difundes por el ambiente del mundo el aroma de tu sacrificio: los hijos de Dios han de ser siempre sembradores de paz y de alegría.

«Miles» —soldado, llama el Apóstol al cristiano.

Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas, hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas…, pero alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria.

Deber de cada cristiano es llevar la paz y la felicidad por los distintos ambientes de la tierra, en una cruzada de reciedumbre y de alegría, que remueva hasta los corazones mustios y podridos, y los levante hacia El.

El mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado: «sic Deus dilexit mundum…» —así Dios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestro campo de batalla —una hermosísima guerra de caridad—, para que todos alcancemos la paz que Cristo ha venido a instaurar.

Lucha contra las asperezas de tu carácter, contra tus egoísmos, contra tu comodidad, contra tus antipatías… Además de que hemos de ser corredentores, el premio que recibirás —piénsalo bien— guardará relación directísima con la siembra que hayas hecho.

Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser antinada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz; ver con comprensión a todos: a los que siguen a Cristo y a los que le abandonan o no le conocen.

—Pero comprensión no significa abstencionismo, ni indiferencia, sino actividad.

Por caridad cristiana y por elegancia humana, debes esforzarte en no crear un abismo con nadie…, en dejar siempre una salida al prójimo, para que no se aleje aún más de la Verdad.

La violencia no es buen sistema para convencer…, y mucho menos en el apostolado.

Responde a ese murmurador: ya se lo contaré o hablaré con el interesado.

Ha escrito un autor contemporáneo: “el chismorreo es siempre inhumano; revela una valía personal mediocre; es un signo de ineducación; demuestra falta de sentimiento distinguido; es indigno del cristiano”.

Evita siempre la queja, la crítica, las murmuraciones…: evita a rajatabla todo lo que pueda introducir discordia entre hermanos.

Esta ha de ser tu actitud ante la difamación. Primero, perdonar: a todos, desde el primer instante y de corazón. —Después, querer: que no se te escape ni una falta de caridad: ¡responde siempre con amor!

—Pero, si se ataca a tu Madre, a la Iglesia, defiéndela valientemente; con calma, pero con firmeza y con entereza llena de reciedumbre, impide que manchen, o que estorben, el camino por donde han de ir las almas, que quieren perdonar y responder con caridad, cuando sufren injurias personales.

Referencias a la Sagrada Escritura
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