Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Forja» cuya materia es Oración.

Cuenta el Evangelista San Lucas que Jesús estaba orando…: ¡cómo sería la oración de Jesús!

Contempla despacio esta realidad: los discípulos tratan a Jesucristo y, en esas conversaciones, el Señor les enseña —también con las obras— cómo han de orar, y el gran portento de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y que podemos dirigirnos a El, como un hijo habla a su Padre.

Al emprender cada jornada para trabajar junto a Cristo, y atender a tantas almas que le buscan, convéncete de que no hay más que un camino: acudir al Señor.

—¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los demás!

La oración —recuérdalo— no consiste en hacer discursos bonitos, frases grandilocuentes o que consuelen…

Oración es a veces una mirada a una imagen del Señor o de su Madre; otras, una petición, con palabras; otras, el ofrecimiento de las buenas obras, de los resultados de la fidelidad…

Como el soldado que está de guardia, así hemos de estar nosotros a la puerta de Dios Nuestro Señor: y eso es oración. O como se echa el perrillo, a los pies de su amo.

—No te importe decírselo: Señor, aquí me tienes como un perro fiel; o mejor, como un borriquillo, que no dará coces a quien le quiere.

Todos hemos de ser «ipse Christus» —el mismo Cristo. Así nos lo manda San Pablo en nombre de Dios: «induimini Dominum Iesum Christum» —revestíos de Jesucristo.

Cada uno de nosotros —¡tú!— tiene que ver cómo se pone ese vestido del que nos habla el Apóstol; cada uno, personalmente, debe dialogar sin interrupción con el Señor.

Tu oración no puede quedarse en meras palabras: ha de tener realidades y consecuencias prácticas.

Orar es el camino para atajar todos los males que padecemos.

Siempre he entendido la oración del cristiano como una conversación amorosa con Jesús, que no debe interrumpirse ni aun en los momentos en los que físicamente estamos alejados del Sagrario, porque toda nuestra vida está hecha de coplas de amor humano a lo divino…, y amar podemos siempre.

El espíritu de oración que anima la vida entera de Jesucristo entre los hombres, nos enseña que todas las obras —grandes y pequeñas— han de ir precedidas, acompañadas y seguidas de oración.

Me he propuesto frecuentar más al Paráclito, y pedirle sus luces, me has dicho.

—Bien: pero recuerda, hijo, que el Espíritu Santo es fruto de la Cruz.

Pide por todo el mundo, por los hombres de todas las razas y de todas las lenguas, y de todas las creencias; por los hombres que tienen una idea vaga de la religión, y por los que no conocen la fe.

—Y este afán de almas, que es prueba fiel y clara de que amamos a Jesús, hará que Jesús venga.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura