Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Apostolado → fundamento del apostolado.

Si amas al Señor, "necesariamente" has de notar el bendito peso de las almas, para llevarlas a Dios.

El apóstol sin oración habitual y metódica cae necesariamente en la tibieza…, y deja de ser apóstol.

No pongas obstáculos a la gracia: has de convencerte de que, para ser levadura, necesitas ser santo, luchar para identificarte con El.

De acuerdo: tu preocupación deben ser "ellos". Pero tu primera preocupación debes ser tú mismo, tu vida interior; porque, de otro modo, no podrás servirles.

Dios Nuestro Señor te quiere santo, para que santifiques a los demás. —Y para esto, es preciso que tú —con valentía y sinceridad— te mires a ti mismo, que mires al Señor Dios Nuestro…, y luego, sólo luego, que mires al mundo.

Se ha puesto de relieve, muchas veces, el peligro de las obras sin vida interior que las anime: pero se debería también subrayar el peligro de una vida interior —si es que puede existir— sin obras.

La santidad —cuando es verdadera— se desborda del vaso, para llenar otros corazones, otras almas, de esa sobreabundancia.

Los hijos de Dios nos santificamos, santificando. —¿Cunde a tu alrededor la vida cristiana? Piénsalo a diario.

Sin vida interior, sin formación, no hay verdadero apostolado ni obras fecundas: la labor es precaria e incluso ficticia.

—¡Qué responsabilidad, por tanto, la de los hijos de Dios!: hemos de tener hambre y sed de El y de su doctrina.

Así como la inmensa maquinaria de docenas de fábricas se para, se queda sin fuerza, cuando la corriente eléctrica se interrumpe, también el apostolado deja de ser fecundo sin la oración y la mortificación, que mueven el Corazón Sacratísimo de Cristo.

El apostolado —manifestación evidente de vida espiritual— es ese aletear constante que hace sobrenaturalizar cada detalle —grande o pequeño— de la jornada, por el amor a Dios que se pone en todo.

Jesús, que mi pobre corazón se llene del océano de tu Amor, con oleadas tales que limpien y expulsen de mí toda mi miseria… Vierte las aguas purísimas y ardientes de tu Corazón en el mío, hasta que, satisfecha mi ansia de amarte, no pudiendo represar más afectos de divino incendio, se rompa —¡morir de Amor!—, y salte ese Amor tuyo, en cataratas vivificadoras e irresistibles y fecundísimas, a otros corazones que vibren, al contacto de tales aguas, con vibraciones de Fe y de Caridad.

Iremos a Jesús, al Tabernáculo, a conocerle, a digerir su doctrina, para entregar ese alimento a las almas.

Referencias a la Sagrada Escritura