88

En el Opus Dei, hijas e hijos míos, todos debemos ser personas bien maduras, cada uno con sus características propias, que la Obra no sólo respeta, sino que fomenta y defiende. En la vida espiritual, en cambio, hemos de ser todos como niños pequeños: sencillos, transparentes. Por eso me gusta repetir que acabo de cumplir siete años: os aconsejo no pasar de esa edad, porque un niño de ocho o nueve años ya ha aprendido a decir mentirotas muy grandes.

Precisamente, con mis siete años de experiencia, quiero recordaros algo que me habéis oído muchas veces. Este Padre vuestro se siente capaz de todos los errores y de todos los horrores, en los que puedan caer las personas más desgraciadas. Y vosotros, si os conocéis un poquito, también os sentiréis así. Por tanto, si alguna vez tuvierais la desgracia de tropezar –y de tropezar gravemente, cosa que no sucederá–, no os sorprendáis: ¡a rectificar, a hablar enseguida! Si sois sinceros, el Señor os llenará de su gracia y volveréis a la lucha, con más fuerza, con más alegría, con más amor.

Este punto en otro idioma