Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Filiación divina .

En estos momentos de violencia, de sexualidad brutal, salvaje, hemos de ser rebeldes. Tú y yo somos rebeldes: no nos da la gana dejarnos llevar por la corriente, y ser unas bestias.

Queremos portarnos como hijos de Dios, como hombres o mujeres que tratan a su Padre, que está en los Cielos y quiere estar muy cerca —¡dentro!— de cada uno de nosotros.

Cuando ames de verdad la Voluntad de Dios, no dejarás de ver, aun en los momentos de mayor trepidación, que nuestro Padre del Cielo está siempre cerca, muy cerca, a tu lado, con su Amor eterno, con su cariño infinito.

Tener miedo a algo o a alguien, pero especialmente a quien dirige nuestra alma, es impropio de un hijo de Dios.

Al traerte a la Iglesia, el Señor ha puesto en tu alma un sello indeleble, por medio del Bautismo: eres hijo de Dios. —No lo olvides.

Dale muchas gracias a Jesús, porque por El, con El y en El, tú te puedes llamar hijo de Dios.

Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre —¡tu Padre!— lleno de ternura, de infinito amor.

—Llámale Padre muchas veces, y dile —a solas— que le quieres, ¡que le quieres muchísimo!: que sientes el orgullo y la fuerza de ser hijo suyo.

La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y nos perdona.

—Recuérdalo bien y siempre: aunque alguna vez parezca que todo se viene abajo, ¡no se viene abajo nada!, porque Dios no pierde batallas.

La mayor muestra de agradecimiento a Dios es amar apasionadamente nuestra condición de hijos suyos.

Ten esta seguridad: el deseo —¡con obras!— de conducirte como buen hijo de Dios da juventud, serenidad, alegría y paz permanentes.

No puedes comportarte como un niño revoltoso o como un loco.

—Has de ser persona recia, hijo de Dios; sereno en tu trabajo profesional y en tu vida de relación, con una presencia del Señor que te haga estar con perfección, hasta en los más pequeños detalles.

La devoción a la Virgen, en las almas cristianas, despierta el impulso sobrenatural para obrar como domestici Dei —como miembros de la familia de Dios.

¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?… ¿No ves que lo quiere tu Padre-Dios…, y El es bueno…, y El te ama —¡a ti solo!— más que todas las madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos?

Referencias a la Sagrada Escritura