Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Surco» cuya materia es Apostolado → apostolado de amistad y confidencia.

Cuando te hablo de “apostolado de amistad”, me refiero a amistad “personal”, sacrificada, sincera: de tú a tú, de corazón a corazón.

En el apostolado de amistad y confidencia, el primer paso es la comprensión, el servicio…, y la santa intransigencia en la doctrina.

Quienes han encontrado a Cristo no pueden cerrarse en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empequeñecimiento! Han de abrirse en abanico para llegar a todas las almas. Cada uno ha de crear —y de ensanchar— un círculo de amigos, sobre el que influya con su prestigio profesional, con su conducta, con su amistad, procurando que Cristo influya por medio de ese prestigio profesional, de esa conducta, de esa amistad.

Te entiendo perfectamente cuando me escribes sobre tu apostolado: “voy a hacer tres horas de oración con la Física. Será un bombardeo para que «caiga» otra posición, que se halla al otro lado de la mesa de la biblioteca…, y usted ya le conoció cuando vino por aquí”.

Recuerdo tu alegría, mientras me escuchabas que entre la oración y el trabajo no debe haber solución de continuidad.

Aquel «stultorum infinitus est numerus» —es infinito el número de los necios—, que se lee en la Escritura, parece crecer cada día. —En los puestos más diversos, en las situaciones más inesperadas, encubiertos con la capa del prestigio que dan los cargos —y aun las “virtudes”—, ¡cuánto despiste y cuánta falta de sindéresis habrás de soportar!

Pero no me explico que pierdas el sentido sobrenatural de la vida, y permanezcas indiferente: muy baja es tu condición interior, si aguantas esas situaciones —¡y no tienes más remedio que aguantarlas!— por motivos humanos…

Si no les ayudas a descubrir el camino, con un trabajo responsable y bien acabado —¡santificado!—, te haces como ellos —necio—, o eres cómplice.

Has comprendido el sentido de la amistad, cuando llegaste a sentirte como el pastor de un rebaño pequeñito, al que habías tenido abandonado, y que ahora procuras reunir nuevamente, ocupándote de servir a cada uno.

No puedes ser un elemento pasivo tan sólo. Tienes que convertirte en verdadero amigo de tus amigos: “ayudarles”. Primero, con el ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la intimidad.

Has tenido la gran suerte de encontrar maestros de verdad, amigos auténticos, que te han enseñado sin reservas todo cuanto has querido saber; no has necesitado de artimañas para “robarles” su ciencia, porque te han indicado el camino más fácil, aunque a ellos les haya costado duro trabajo y sufrimientos descubrirlo… Ahora, te toca a ti hacer otro tanto, con éste, con aquél, ¡con todos!

Medítalo bien, y actúa en consecuencia: esas personas, a las que resultas antipático, dejarán de opinar así, cuando se den cuenta de que “de verdad” les quieres. De ti depende.

Con tu amistad y con tu doctrina —me corrijo: con la caridad y con el mensaje de Cristo—, moverás a muchos no católicos a colaborar en serio, para hacer el bien a todos los hombres.

Créeme, el apostolado, la catequesis, de ordinario, ha de ser capilar: uno a uno. Cada creyente con su compañero inmediato.

A los hijos de Dios nos importan todas las almas, porque nos importa cada alma.

Referencias a la Sagrada Escritura