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Comprensión, unidad

Esta ha de ser vuestra preparación, para el apostolado continuo que Jesús nos pide, como es continuo el latir del corazón. Hijos míos, el Señor nos ha llamado a su Obra en momentos, en los que se habla mucho de paz, y no hay paz: ni en las almas, ni en las instituciones, ni en la vida social, ni entre los pueblos. Se habla continuamente de igualdad y de democracia, y hay castas: cerradas, impenetrables.

Nos ha llamado en un tiempo, en el que se clama por la comprensión, y la comprensión no se vive, a veces ni entre las personas que obran de buena fe y quieren practicar la caridad, porque la caridad, más que en dar, está en comprender.

Son momentos, en los que los fanáticos y los intransigentes −incapaces de admitir razones ajenas− se curan en salud, tachando de violentos y agresivos a los que son sus víctimas. Nos ha llamado, en fin, cuando se oye hablar mucho de unidad, y quizá sea difícil concebir que pueda darse mayor desunión, no ya entre los hombres en general, sino entre los mismos católicos.

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