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Vos autem dixi amicos, quia omnia quaecumque audivi a Patre meo, nota feci vobis1; os he llamado amigos, porque os he hecho saber cuantas cosas oí de mi Padre. Aquí tenéis, hijas e hijos de mi alma, unas palabras de Jesucristo Señor Nuestro, que nos señalan el camino que hemos de seguir en nuestra labor apostólica. Dios nos ha llamado para llevar su doctrina a todos los rincones del mundo, para abrir los caminos divinos de la tierra, para hacer que conozcan a Jesucristo tantas inteligencias que nada saben de Él, y −al querernos en su Obra− también nos ha dado un modo apostólico de trabajar, que nos mueve a la comprensión, a la disculpa, a la caridad delicada con todas las almas.

Es el nuestro, un apostolado de amistad y de confidencia. Deseamos repetir siempre con el Espíritu Santo: ego cogito cogitationes pacis et non afflictionis2, tengo pensamientos de paz y no de aflicción, pensamientos que buscan la concordia, que tratan de conseguir un ambiente de caridad, indispensable para que la palabra de Dios arraigue en los corazones. La caridad es el vínculo de la fraternidad, el fundamento de la paz, lo que da firmeza y permanencia a la unidad; es mayor que la fe y que la esperanza; adelanta al martirio y a todas las obras; permanecerá eternamente con nosotros en el Reino de los Cielos3.

Notas
1

Jn 15,15.

2

Cfr. Jr 29,11.

3

S. Cipriano de Cartago, De bono patientiae, 15 (CSEL 8, pp. 407-408).

Referencias a la Sagrada Escritura
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