Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Camino» cuya materia es Apóstol → amistad.

Me dices, de ese amigo tuyo, que frecuenta sacramentos, que es de vida limpia y buen estudiante. —Pero que no «encaja»: si le hablas de sacrificio y apostolado, se entristece y se te va.

No te preocupe. —No es un fracaso de tu celo: es, a la letra, la escena que narra el Evangelista: «si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres» (sacrificio)... «y ven después y sígueme» (apostolado).

El adolescente «abiit tristis» —se retiró también entristecido: no quiso corresponder a la gracia.

Eres, entre los tuyos —alma de apóstol—, la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo... y este, otro... y otro, y otro... Cada vez más ancho.

¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?

No tengas enemigos. —Ten solamente amigos: amigos... de la derecha —si te hicieron o quisieron hacerte bien— y... de la izquierda —si te han perjudicado o intentaron perjudicarte.

De acuerdo: mejor labor haces con esa conversación familiar o con aquella confidencia aislada que perorando —¡espectáculo, espectáculo!— en sitio público ante millares de personas.

Sin embargo, cuando hay que perorar, perora.

Es verdad que he llamado a tu apostolado discreto, «silenciosa y operativa misión». —Y no tengo nada que rectificar.

Me parece tan bien tu devoción por los primeros cristianos, que haré lo posible por fomentarla, para que ejercites —como ellos—, cada día con más entusiasmo, ese apostolado eficaz de discreción y de confidencia.

Cuando pongas por obra tu «apostolado de discreción y confidencia», no me digas que no sabes qué decir. —Porque —te diré con el salmo— «Dominus dabit verbum evangelizantibus virtute multa» —el Señor pone en boca de sus apóstoles palabras llenas de eficacia.

Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es «apostolado de la confidencia».

«Apostolado del almuerzo»: es la vieja hospitalidad de los Patriarcas, con el calor fraternal de Betania. —Cuando se ejercita, parece que se entrevé a Jesús, que preside, como en casa de Lázaro.

Urge recristianizar las fiestas y costumbres populares. —Urge evitar que los espectáculos públicos se vean en esta disyuntiva: o ñoños o paganos.

Pide al Señor que haya quien trabaje en esa labor de urgencia, que podemos llamar «apostolado de la diversión».

Del «apostolado epistolar» me haces un buen panegírico. —Escribes: «No sé cómo emborronar papel hablando de cosas que puedan ser útiles al que recibe la carta. Cuando empiezo, le digo a mi Custodio que si escribo es con el fin de que sirva para algo. Y, aunque no diga más que bobadas, nadie puede quitarme —ni quitarle— el rato que he pasado pidiendo lo que sé que más necesita el alma a quien va dirigida mi carta».

«La carta me cogió en unos días tristes, sin motivo alguno, y me animó extraordinariamente su lectura, sintiendo cómo trabajan los demás». —Y otro: «Me ayudan sus cartas y las noticias de mis hermanos, como un sueño feliz ante la realidad de todo lo que palpamos...» —Y otro: «¡Qué alegría recibir esas cartas y saberme amigo de esos amigos!» —Y otro y mil: «Recibí carta de X. y me avergüenza pensar en mi falta de espíritu comparado con ellos».

¿Verdad que es eficaz el «apostolado epistolar»?

Referencias a la Sagrada Escritura
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