Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Humildad → humildad y olvido de sí.

Renueva cada jornada el deseo eficaz de anonadarte, de abnegarte, de olvidarte de ti mismo, de caminar «in novitate sensus», con una vida nueva, cambiando esta miseria nuestra por toda la grandeza oculta y eterna de Dios.

¡Señor, líbrame de mí mismo!

Cuídame el ejercicio de una mortificación muy interesante: que tus conversaciones no giren en torno a ti mismo.

Dame gracia para dejar todo lo que se refiere a mi persona. Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria…, en una palabra, tu Amor. —¡Todo por Amor!

La mayor parte de los que tienen problemas personales, "los tienen" por el egoísmo de pensar en sí mismos.

Lo has visto con claridad: mientras tanta gente no le conoce, Dios se ha fijado en ti. Quiere que seas fundamento, sillar, en el que se apoye la vida de la Iglesia.

Medita esta realidad, y sacarás muchas consecuencias prácticas para tu conducta ordinaria: el fundamento, el sillar —quizá sin brillar, oculto— ha de ser sólido, sin fragilidades; tiene que servir de base para el sostenimiento del edificio…; si no, se queda aislado.

No busques que te compadezcan: muchas veces es señal de orgullo o de vanidad.

Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.

La humillación, el anonadamiento, el esconderse y desaparecer, deben ser totales, absolutos.

Propósito: no habiendo verdadera necesidad, nunca hablaré de mis cosas personales.

La eficacia corredentora, ¡eterna!, de nuestras vidas, sólo puede actuarse con la humildad, desapareciendo, para que los demás descubran al Señor.

Cuando se vive de veras la caridad, no queda tiempo de buscarse a sí mismo; no hay espacio para la soberbia; ¡no se nos ocurrirán más que ocasiones de servir!

Referencias a la Sagrada Escritura