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Amor a los Obispos

Estas consideraciones me llevan de la mano a hablaros, finalmente, de otra cosa que empapa todo nuestro servicio apostólico: porque amamos a la Iglesia, tenemos también grande amor a los Obispos, a los que el Espíritu Santo ha constituido para apacentar la Iglesia de Dios36.

Trabajamos en sus diócesis, en la misma dirección que los Revmos. Ordinarios, y en las diócesis queda el fruto de nuestra tarea; procuramos secundar los deseos que manifiesten, como ciudadanos, con nuestro modo peculiar de trabajar, pues para otra cosa no tendríamos gracia de Dios Nuestro Señor.

Dentro de este espíritu, nuestra obediencia es rendida: que den consignas apostólicas, y trabajaremos eficaz y silenciosamente. Y si el Revmo. Ordinario no tiene necesidad de indicar nada especial, trabajaremos también en servicio de la diócesis, tratando de alcanzar los fines propios del Opus Dei.

Por eso los obispos –prácticamente todos– están contentos y agradecidísimos por el bien que hacéis en sus diócesis. Tened en cuenta, sin embargo, que lo lógico no es que solamente ellos estén contentos de nosotros, sino que también lo estemos nosotros de ellos –sé que entendéis esta expresión, que no supone falta de respeto–, ya que con nuestro trabajo laical contribuimos al servicio de la diócesis, y a mejorar la vida espiritual de los fieles, sin costar ni un céntimo a la diócesis, sin exigir la ayuda de nadie: en una palabra, hacemos por caridad, por amor a la Iglesia nuestra Madre y a las almas, lo que el Ordinario está obligado a hacer por justicia, en virtud de la consagración episcopal y de la misión que se le ha confiado en la diócesis.

Notas
36

Hch 20,28.

Referencias a la Sagrada Escritura
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