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Santa intransigencia y virtudes cardinales

Ante todo, la prudencia, para saber actuar de acuerdo con la verdadera caridad, evitando que un celo mal entendido ponga en peligro la santidad de vuestra intransigencia. Habéis de ser como una maza de acero, poderosa y firme, pero envuelta en funda acolchada, para no herir.

La caridad buena, el cariño que la prudencia os hará practicar, os llevará a decir las cosas con discernimiento, cuando convenga y del modo preciso; os hará sensibles a las necesidades y circunstancias del prójimo, sin caer en dejaciones inoportunas, pero al mismo tiempo confirmará vuestra fe, animará vuestra esperanza, os llevará a dar gracias a Dios, por haberos conservado en la plenitud de su verdad.

Justicia, para tratar a cada uno como se merece, sin generalizaciones ni simplificaciones superficiales, que tanto daño hacen y que tantos obstáculos ponen al buen entendimiento entre los hombres. Nunca olvidéis, hijos, que no se puede ser justo si no se conocen bien los hechos, si no se oyen tanto las campanas de un lado como las del otro, si no se sabe −en cada caso− quién es el campanero.

Fortes in fide16, para defender virilmente la fe, para resistir y enseñar a resistir la fácil tentación de novedades, de querer divulgar o dar como dogma lo que son sólo teorías de especialistas. Es bueno buscar el progreso del conocimiento y de la exposición de la fe y de la moral, aceptando siempre el magisterio eclesiástico; pero no se puede ser tan irresponsable que se dé rienda suelta a cualquier idea o se difunda lo que es sólo una hipótesis de trabajo, quizá muy provisional y nada fundada.

Hay algunos, hijas e hijos míos, que, después de haber puesto en circulación opiniones peregrinas y confusas, recurren al ingenuo expediente del niño glotón, y con ese argumento pretenden sacudirse de encima la responsabilidad: cuando el pequeño goloso se ha comido el bote entero de mermelada, se defiende diciendo que no sabía que tanto dulce podía hacer daño. Al pueblo cristiano hay que darle, antes de nada, la doctrina segura, neta, sin discusiones.

No se trata −sin embargo− de crear una religión para ignorantes, sino de ser realistas y darse cuenta de que muchas veces los conocimientos de la gente están al nivel de aquel a quien preguntaron: ¿qué sabes de San Isidoro de Sevilla? Y contestó: ¿San Isidoro? ¡Ah, sí!: ése fue el fundador de la Giralda.

La virtud de la templanza os llevará a no ser exagerados nunca, a no dejaros arrastrar por la ira, a no caer en el fanatismo. Un hijo de Dios en su Obra no puede seguir el ejemplo de los que aconsejan pegar al adversario en la cabeza, para que no cojee.

Notas
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1 P 5,9.

Referencias a la Sagrada Escritura
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