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¿Os acordáis de aquellas escenas que nos cuenta el Evangelio, narrando la predicación de Juan el Bautista? ¡Buen murmullo se había organizado! ¿Será el Cristo, será Elías, será un Profeta? Tanto ruido se armó que los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas, para preguntarle: ¿tú quién eres?43.

También, con ojos poco sobrenaturales, podría parecer que Juan desaprovecha una ocasión de hacer prosélitos. Incluso podía haber contestado con el testimonio que Jesús había de dar de él: ipse est Elias, qui venturus est. Qui habet aures audiendi audiat44; él es aquel Elías que debía venir. El que tenga oídos para entender, entiéndalo.

Pero los que fueron a preguntar a Juan no estaban en disposición de comprender bien esas otras palabras, y él confesó la verdad y no la negó… Yo soy la voz del que clama en el desierto45. Y verdaderamente en el desierto cayeron sus palabras, porque aquellos que parecían desear la verdad, no la escucharon.

Otro tanto había sucedido cuando Jesús empezó su vida pública: murmullos, sorpresa, temor, celos… Se había esparcido su fama −dice el Evangelio− por toda la Judea y por todas las regiones circunvecinas46. Llegaron también los rumores a oídos de los que seguían al Bautista, y de todas estas cosas informaron a Juan sus discípulos. Y Juan, llamando a dos de ellos, les envió a Jesús para que le hicieran esta pregunta: ¿eres Tú aquel que ha de venir, o debemos esperar a otro?47.

¡Qué bonita es la conducta de Juan el Bautista! ¡Qué limpia, qué noble, qué desinteresada! Verdaderamente preparaba los caminos del Señor: sus discípulos sólo conocían de oídas a Cristo, y él les empuja al diálogo con el Maestro; hace que le vean y que le traten; les pone en la ocasión de admirar los prodigios que obra: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia el evangelio a los pobres48.

Hijos míos, como hizo Juan, hemos de tener siempre la fortaleza de informarnos antes de opinar; y hemos de enseñar a todos a hacer lo mismo, sin que se dejen llevar por las apariencias de chismes o habladurías. Decir de una persona que es honrada y de conducta intachable, aunque sea cierto, desgraciadamente no es noticia, no llama la atención; mientras que atribuirle toda clase de maquiavelismos o de trapisondas, aunque no sea ésa la verdad, es atrayente y se divulga, por lo menos como hipótesis o como rumor.

Notas
43

Jn 1,19.

44

Mt 11,14-15.

45

Jn 1,20.23.

46

Lc 7,17.

47

Lc 7,18-19.

48

Lc 7,22.

Referencias a la Sagrada Escritura
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