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Apostolado: preparar a otros para que sirvan generosamente

Es preciso también que –al dar esa doctrina– enseñéis a los hombres lo que significa la vocación de los hijos de la Iglesia. Ayudadles a que comprendan que su empeño mayor ha de ser el de servir, y –entre otras cosas, con el apostolado de no dar– procurad que amen la generosidad y el desprendimiento; y que comprendan que un hijo de Dios ha de trabajar por su Padre, sin esperar ventajas terrenas.

Es necesario mantener vivo el espíritu sobrenatural y el afán apostólico; hay que huir de ver falsamente, en la vida espiritual, solo una merma de la libertad; en la formación doctrinal, un montón de fórmulas ininteligibles; en el apostolado, una especie de profesión superañadida, para las horas libres.

Evitad, con vuestro ejemplo, que tantos cristianos abandonen cobardemente el trabajo en muchos campos nobles y lícitos, dejándolos en manos de los enemigos de Dios y de su Iglesia. Actuad con decisión –que exige olvido de sí mismo–, para no caer en la cómoda pasividad de quienes abusan temerariamente de la Providencia divina y esperan unos auxilios extraordinarios, que el Señor no tiene por qué dar, si no ponemos los medios humanos que están a nuestro alcance.

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