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Tenemos la alegría de saber que Dios nos ha escogido desde la eternidad –redemi te et vocavi te nomine tuo: meus es tu44; yo te he redimido y te he llamado por tu nombre: eres mío–, y nos ha traído a esta gran familia del Opus Dei, que tiene como orgullo servir: servir a todas las almas y, antes que nada, servir a la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana; servir al Sumo Pontífice, con un amor sin condiciones. Fieles a Jesucristo, dóciles al Magisterio de la Iglesia, rezad y trabajad para extender el reino de Dios.
Hijas e hijos queridísimos, daos cuenta de tantas cosas como el Señor, la Iglesia, la humanidad entera esperan del Opus Dei, que es todavía casi como una semilla escondida en el surco; percataos de toda la grandeza de vuestra vocación y amadla cada día más, decididos a ser el instrumento que el Señor necesita, con optimismo, con alegría, con sentido sobrenatural.
Adelante, hijos míos, que Jesús y la Iglesia esperan mucho de vosotros; pero que se os meta bien en la cabeza y en el corazón que no haremos nada, si no somos santos.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/241/ (30/04/2024)