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Es oportuno que –en condiciones semejantes– la mayor parte de los que forman la Obra se salve, para que puedan continuar desarrollando su actividad de apóstoles, incluso en medio de una durísima persecución, ayudando a los sacerdotes escondidos, procurando a los fieles la posibilidad de recibir el sacramento de la penitencia y –como hicisteis algunos de vosotros– bautizando, administrando la Sagrada Comunión, animando a los católicos.

Valdría la pena aplicar el procedimiento que los Estados siguen, en el caso de algunas de sus instituciones más eficaces: sin dar la impresión de secreto –que en nuestro caso incluso no existe– evitan detalles de publicidad innecesaria. Es consolador pensar en el trabajo cristiano que pueden hacer mis hijos, si no son conocidos oficialmente como miembros de la Obra; y esto se puede conseguir, para la mayor parte de ellos, sin misterios ni secreteos que no necesitamos.

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