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Vosotros os movéis en el plano de las relaciones temporales, sociales y profesionales; y es a través de vuestro trabajo, individualmente o en las organizaciones que reúnen a los hombres –por motivos de carácter cultural, científico, político, económico, etc.–, donde dais doctrina y vida interior, llevando a vuestros amigos y colegas al encuentro con Jesucristo.

De ese modo, metidos, por derecho y por deber, en todas las actividades humanas, podréis –cada uno personalmente– defender eficacísimamente no solo los intereses de la Iglesia y su doctrina –que ha de iluminar la cultura, las ciencias, las artes–, sino también la propia vida y la libertad de todos los católicos y de todas las asociaciones, familias y organizaciones nobles, a la vez que defendéis la libertad de todos los hombres.

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