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Hijas e hijos queridísimos, también en eso se nota que la Obra es de Dios, porque –como a aquellos primeros cristianos– a nosotros nos ha tocado sufrir la misma suerte, por la incomprensión y la celotipia de falsos hermanos, que han llegado a tratarnos como a herejes. Mienten, por envidia, y se olvidan desgraciadamente de que, cuando se decidan a decir la verdad, serán –solo entonces– fecundos en Cristo: veritas liberabit vos26, la verdad les hará libres.

Es cierto que nos ha tocado sufrir –y no hay trazas de que por ahora nos vayan a dejar trabajar tranquilos–, pero no omitáis aclarar a los que os digan, como compadeciéndonos, ¡cuántos enemigos tienen Vds.!: sí, y ¡cuántos amigos! Porque ésa es la realidad, y cada día serán más los que nos entiendan y nos quieran.

Ahora, por amor a su Obra, el Señor nos está haciendo protagonistas de la parábola de la vid y los sarmientos; está permitiendo la contradicción, ut fructum plus afferat27, para que demos todavía más fruto. A los ojos de los hombres es quizá incomprensible –podría decirse: yo no lo entiendo…, y el señor corregidor tampoco lo entiende–, pero en los designios de Dios son providenciales esas personas que, estrujándose el cerebro, se han puesto a buscar tres pies al gato, cuando –para entender la Obra– basta ser católico de recta intención, y conocer un mínimo de acción pastoral, de teología y de derecho.

Notas

“el señor corregidor”: sobre el significado de este dicho, ver glosario (N. del E.).

26

Jn 8,32.

27

Jn 15,2.

Referencias a la Sagrada Escritura
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