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Es una gran obra de caridad y de justicia procurar que no haya pobres, que no haya analfabetos e ignorantes. Pero siempre la caridad tendrá que actuar, porque nunca llegará la justicia a lograr, en el mundo, toda esta ventura para los hombres; y, además, siempre habrá quienes sufran la pobreza de la soledad o de la incomprensión.

Por eso, repito que son especialmente formativas las visitas a los pobres de la Virgen. Aprenden de este modo las almas a gustar el ejercicio de una caridad fraterna viva y práctica; y, al ver a otros que están material o espiritualmente necesitados, agradecen al Señor los bienes que de Él han recibido.

No tratamos tampoco con estas visitas de despertar superficiales inquietudes sociales. Se trata –ya lo he dicho– de acercar esta gente joven al prójimo necesitado. Nuestros chicos de San Rafael ven –de una manera práctica– a Jesucristo en el pobre, en el enfermo, en el desvalido, en el que padece la soledad, en el que sufre, en el niño.

Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: venid, benditos de mi Padre, y tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; preso y vinisteis a verme.

Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: en verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis32.

Notas
32

Mt 25,34-40.

Referencias a la Sagrada Escritura
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