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Muchas veces esta colaboración de los chicos será pronto secundada –lo dije antes– por la de sus padres. Cuando se dan cuenta del bien que hacemos a sus hijos, colaboran con generosidad, regalan muebles para la instalación de la casa, o ayudan a comprarlos, etc. Si se trata de una labor con muchachos más jóvenes, han de ser ellos y las familias quienes proporcionen el local donde puedan reunirse y los medios necesarios para las actividades que allí se organicen.

Aunque alguna vez la aportación sea pequeña, porque la posición económica no les permite más, es este siempre un primer paso para que madres y padres y hermanos se acerquen a la Obra; y para recibir luego todos ellos el influjo sobrenatural del Opus Dei, hasta llegar a obtener el impulso de Dios, para ser nuestros amigos –y aun nuestros hermanos–, cooperando activamente, comprando acciones de los inmuebles que levantamos, para alquilarlos después a nosotros, que pagamos lo que sea razonable, teniendo esos edificios como medios de apostolado.

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