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¡Dificultades! Las habrá siempre de un tipo o de otro, pero siempre se superan; son cosas de ordinaria administración, que venceréis con vuestro sacrificio, con vuestra oración y con vuestra alegría. Además, no olvidéis que contamos con la gracia de Dios, con el tiempo, con nuestra caridad y con nuestro trabajo. Las cosas cambian, el ambiente madura; y los que criticaban y se oponían, alaban y ayudan.
No sufráis si os llaman de cualquier manera: ¡tienen razón! Ha dicho el Señor por San Mateo: unus est bonus: Deus42; solo Dios es bueno. A veces, hijos de mi alma, tenéis que acordaros de aquel exiit qui seminat seminare semen suum43 –salió el sembrador a sembrar–, y considerar que ese derroche generoso de tirar a manos llenas el oro puro del trigo en las entrañas de la tierra, trae como consecuencia preocupaciones no pequeñas: la lluvia y la sequía, el sol o la niebla, el frío y el calor, todo puede ser perjudicial.
No faltan otras veces ocasiones de sufrir, que vienen no de fuera, sino de dentro. Son salidas de tono –ellos dicen: meteduras de pata– de una de aquellas criaturas que acuden a nuestras casas, y puede suceder que el Director o la Directora no se hagan con el ambiente: quizá porque tienen una severa preparación y les falta experiencia; o porque es el suyo un trabajo lleno de fatiga, de esfuerzo, de paciencia, de sacrificio, de renuncia y –he de añadir– de profunda humildad. Debéis estar dispuestos a no manifestaros airados por esas cosas, a pasarlas por alto con una sonrisa.
Ya os lo he dicho antes: dad a esos muchachos ocupaciones con responsabilidad, rezad por ellos, tratadlos con cariño y con comprensión –con caridad de Cristo–, y veréis qué cambios: los que eran obstáculo se hacen, en vuestras manos, como el barro en manos del alfarero, sicut lutum in manu figuli44, instrumentos fidelísimos.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-2/176/ (06/05/2024)