3
Por la gracia, el hombre se endiosa
El alma se endiosa: ¡su vida nueva contrasta tanto con la de antes, y con la que a su alrededor encuentra tantas veces! La fe nos dice que un alma en estado de gracia es verdaderamente un alma divinizada: nos ha dado Dios las grandes y preciosas gracias que había prometido, para haceros por medio de ellas participes de la naturaleza divina8. Este concepto teologal del hombre dista del concepto puramente humano y natural, casi tanto como dista Dios de la humanidad. Somos hombres, de carne y hueso, no ángeles. Pero también en el cuerpo, por influjo del alma en gracia, redunda esa divinización, como un anticipo de la resurrección gloriosa.
¿Y osaré decir: porque soy santo? Si dijese santo en cuanto santificador y no necesitado de nadie que me santifique, sería soberbio y mentiroso. Pero si entendemos por santo el santificado según aquello de: sed santos, porque yo soy santo; entonces ose también el Cuerpo de Cristo, hasta el último hombre que clama desde los extremos de la tierra, con su Cabeza y bajo su Cabeza, y diga audazmente: porque soy santo9.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/26/ (04/05/2024)