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Fidelidad a la vocación

Dejadme que insista: sed fieles. Es algo que llevo clavado en el corazón. Si sois fieles, nuestro servicio a las almas y a la Santa Iglesia se llenará de abundantes frutos espirituales. No olvidéis −repito− que se puede cometer en la vida algún error, pero eso no quiere decir nada contra el camino, ni contra el Amor: quiere decir que, en lo sucesivo, hemos de ser más prudentes. Nadie puede razonar así: puesto que no puedo con la carga de un deber, no cumpliré ninguno. Es una reacción de soberbia, es pasar del endiosamiento al endiablamiento. Corruptio optimi pessima, enseña el viejo adagio escolástico: la corrupción de lo bueno es pésima. Sólo la humildad −con la gracia− puede impedir esa corrupción, ese paso breve de lo mejor a lo peor. Cuando un espíritu inmundo ha salido de un hombre, se va por lugares áridos, buscando lugar donde reposar y no hallándolo, dice: me volveré a mi casa de donde salí. Y, viniendo a ella, la halla barrida y bien adornada. Entonces va y toma consigo a otros siete espíritus peores que él, y entrando en esta casa, fijan en ella su morada. Con lo que el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero95.

Dejarlo todo porque se dejó una cosa, es absurdo, no conduce a nada. Es la lógica de un loco. Llevamos un tesoro y, si −por lo que sea− hemos perdido en el camino una parte, incluso considerable, no es ésa una razón para tirar, despechados, lo que nos queda. La actitud más razonable será tomar todas las precauciones −valiéndonos también ahora de nuestra experiencia− para no perder nada más. En las cosas del alma, no hay nada irremediablemente perdido: el cuidado humilde y contrito con que procuremos conservar lo que nos quede, hará que recuperemos −superándolo− lo que hayamos perdido. Pues sucede algunas veces que la intensidad del arrepentimiento del penitente es proporcionada a un estado de gracia mayor que aquella de la que cayó por el pecado… Por eso, el penitente algunas veces se levanta con más gracia que la que tenía antes96.

Notas
95

Lc 11,24-26.

96

S.Th. III, q. 89, a. 2 c.

Referencias a la Sagrada Escritura
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