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El obstáculo del desaliento.

Todos tenemos errores, aunque llevemos años y años luchando por vencerlos. Cuando de la lucha ascética sacamos desaliento, es que somos soberbios. Hemos de ser humildes, con deseos de ser fieles. Es verdad que servi inutiles sumus56. Pero, con estos siervos inútiles, el Señor hará cosas muy grandes en el mundo, si ponemos algo de nuestra parte: el esfuerzo de alzar la mano, para asirnos a la que Dios −con su gracia− nos tiende desde el cielo.

Sólo los soberbios se sorprenden, al ver que tienen los pies de barro. Un acto de contrición y de desagravio, y adelante. Reconozcamos que además de las faltas que tenemos en la conciencia, habrá otras, que están ocultas a nuestros ojos. Dolor de amor, pues, y −en la intimidad de ese dolor y de esa humildad− nos atreveremos a decir al Señor que hay también en nuestra vida mucho amor. Que si fue real la falta, real es el amor que Él mismo pone en nosotros, que nos permite servirle con toda la fuerza de nuestros corazones. Decid frecuentemente, como jaculatoria, el acto de contrición de Pedro, después de las negaciones: Domine, tu omnia nosti; tu scis, quia amo te!57.

Notas
56

Lc 17,10.

57

Jn 21,17; «Domine, tu omnia nosti; tu scis, quia amo te»: «Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura
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