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Humildes, hijos míos. Mirad que Jesucristo nos ha besado los pies cuando los besó a los primeros doce. Y Él es quien es, y nosotros somos lo que somos: pobres criaturas.
Si somos fieles, si somos humildes, seremos limpios, mortificados, obedientes; seremos eficaces, en todo el mundo: cuanto más humildes, más eficaces. No hemos venido a mandar, sino a obedecer. Venimos a servir, como Jesús, que non venit ministrari, sed ministrare74. Meditad muchas veces las palabras del Bautista: Illum oportet crescere, me autem minui75; conviene que Él crezca, y que yo disminuya.
Si quieres ser grande, comienza por ser pequeño; si quieres construir un edificio que llegue hasta el cielo, piensa primero en poner el fundamento de la humildad. Cuanto mayor sea la mole que se trate de levantar y la altura del edificio, tanto más hondo hay que cavar el cimiento. Y mientras el edificio que se construye se eleva hacia lo alto, el que cava el cimiento se abaja hasta lo más profundo. Luego el edificio, antes de subir se humilla, y su cúspide se erige después de la humillación76.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/56/ (05/05/2024)