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El reino de los cielos es semejante a un hombre, que sembró buena simiente en su campo26. El campo de Dios es el mundo entero y lo es, también de modo especial, tu alma. Pero además, como somos hijos de Dios, ese campo de nuestro Padre es campo nuestro. A vosotros y a mí el Señor nos ha dejado el mundo entero por heredad. Pensad en lo que esto supone de divinización, de grandeza, de responsabilidad.

Pero, cuando los hombres se durmieron, vino su enemigo, y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue27. El enemigo de Dios: la gente tiene como miedo a hablar de las intervenciones, de las asechanzas de ese enemigo de Dios, de Satanás. Yo os digo que hemos de pensar, necesariamente, en que el demonio actúa. Me da tanta devoción rezar al pie del altar: Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio: contra nequitiam et insidias diaboli…28. Para que nos libre de la influencia diabólica en tantas cosas personales y ajenas.

Cum autem dormirent homines… No se ha de perder una sola palabra de lo que nos dice el Señor. Porque, en nuestra vida personal, ¿no es acaso sueño, un mal sueño, el que nos hace desperdiciar la buena semilla de la doctrina y de la vida santa? Luego debemos estar vigilantes. Custos, quid de nocte?29. ¡Centinela, alerta! Debemos estar en vela, debemos oír el grito de alarma y repetirlo a los demás. No podemos adormecernos, porque si no, en medio de lo bueno vendrá lo malo: vigilad y orad, para no caer en la tentación30.

Estando ya el trigo en hierba, y apuntando la espiga, descubriose asimismo la cizaña31. ¡Divina pedagogía de las parábolas!: luminosas y claras, para las almas sencillas; ininteligibles, para los complicados e indóciles: por eso los fariseos no las entienden. El sembrador, el campo, el enemigo, la cizaña… Acércate más a Cristo, y dile que te explique la parábola −edissere nobis parabolam!32− en la intimidad de tu oración.

Di al Señor que quieres poner todos los medios. Cuando veas que no has sabido ponerlos, que te duermes −¡triste cosa ese sueño!−, es la hora de reaccionar, con la gracia de Dios. Es seguro que no ha sido el nuestro un abandono que tenga su origen en falta de amor, sino en la flaqueza. Por eso, hemos de decir al Señor enseguida: en adelante yo seré fuerte, contigo. Las derrotas son mías; las victorias, tuyas. No quiero que haya mal en el mundo: el campo será arado, y recibirá la atención necesaria, con la semilla generosamente sembrada. Líbrame de mis enemigos, oh Señor, porque a ti acudo. Enséñame a cumplir tu voluntad, pues eres mi Dios33.

Notas
26

Mt 13,24.

27

Mt 13,25.

28

«San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha: contra la maldad y las asechanzas del demonio...», Missale Romanum, Oración a San Miguel Arcángel (T. del E.).

29

Is 21,11.

30

Mt 26,41.

31

Mt 13,26.

32

Mt 13,36.

33

Sal 143[142],9-10.

Referencias a la Sagrada Escritura
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