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¡Cuántos que se atreven, en la confusión de la muchedumbre, a lanzar un insulto soez, una villanía, al paso del gran cortejo, enmudecerían acobardados si estuviesen solos, frente a frente, al descubierto, asumiendo la responsabilidad de sus actos! La insinceridad, que lleva al anonimato y a la cobardía, a evitar la responsabilidad de los propios actos, alza la mano desconocida en medio del tumulto callejero, para quebrar en añicos −de una pedrada− la vidriera gótica de una catedral. La razón cristiana, que nos hace amar la libertad y la responsabilidad personal de todos los hombres, nos ha de hacer amigos de conocernos a nosotros mismos, para aceptar las consecuencias de nuestros actos libres: el examen de conciencia diario nos dará el propio conocimiento, la verdadera humildad y, como consecuencia, nos obtendrá del cielo la perseverancia.

¡Oh Señor!, tú me has examinado y me conoces, no se te oculta nada de mi ser… Pues aún no está la palabra en mi lengua, y ya tú, Dios mío, lo sabes todo… ¿Dónde podría alejarme de tu espíritu? ¿Adónde huir de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; si bajare a los abismos, allí estás presente… Si dijere: las tinieblas me ocultarán, será la noche mi luz en torno mío, tampoco las tinieblas son densas para ti, y la noche luciría como el día, pues para ti tinieblas y luz son iguales78.

Notas
78

Sal 139[138],1.4.7-8,11-12.

Referencias a la Sagrada Escritura
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